Visitas
REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
En una pequeña casa de adobe y tejas, doña Amalia N., de 104 años, enfrenta una pesadilla impensable: la amenaza de ser desalojada del hogar donde ha vivido toda su vida.
La agresión no proviene de extraños, sino como ella misma relata con voz temblorosa de su propio hijo, quien ya se apropió de sus tierras y ahora busca quedarse con lo único que le queda: su casa.
“No le bastó quitarme el campo, ahora quiere sacarme de aquí como si yo no valiera nada”, afirma con una mezcla de tristeza y dignidad.
Este hecho ha causado consternación entre los vecinos de Hueypoxtla, quienes conocen a doña Amalia desde hace generaciones.
“Es una mujer buena, de esas que ayudan sin esperar nada. Que su propio hijo la quiera echar es inaceptable”, declaró don Javier, tendero del barrio. En la comunidad, el caso ha desatado un debate sobre el abandono y maltrato que muchos adultos mayores sufren en silencio. “Si esto le pasa a ella, que es tan querida, ¿qué podemos esperar los demás?”, cuestionó Rosario Vázquez, madre de familia y vecina.
El episodio, más allá del drama familiar, ha puesto en evidencia una problemática estructural: la falta de mecanismos eficaces para proteger a los ancianos de la violencia patrimonial ejercida dentro de sus propios hogares.
Las organizaciones de la sociedad civil no han sido indiferentes. Un grupo de abogados voluntarios ya ha comenzado a preparar una defensa legal para evitar que se concrete el despojo.
El caso ha desatado una conversación colectiva sobre el deterioro de los valores familiares. “Esto es un espejo roto de lo que somos. Si no cuidamos a quienes nos dieron la vida, ¿qué nos queda?”, reflexionó el padre Ernesto durante la homilía dominical.
TE PUEDE INTERESAR
