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Han pasado 10 años. Los hechos sucedieron en la Ciudad de Iguala de la Independencia. Fueron vilmente masacrados 43 estudiantes provenientes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, ubicada en la localidad de Tixtla.

De inicio se le dio poca importancia, conforme pasó el tiempo se comprobó un genocidio, en el cual están involucrados políticos, gobernantes, pandillas peligrosas, policías de todo jaez y, sin faltar, el ejército.

Siguen sin esclarecerse los hechos, abundan “chivos expiatorios”, deslindes al por mayor y todo ello, en un maremágnum que carece de pies y cabeza.

En un importante congreso denominado “Congreso de Ciencias Penales 2014” celebrado en la Habana, Cuba, pronuncié un discurso histórico, este fue a unos cuantos días de la conducta criminal, cuya herida lastimó particularmente al gobierno, en ese entonces encabezado por Enrique Peña Nieto.

Señalé que el punto clave de análisis debería enfocarse hacia los ámbitos castrenses.

Como es su costumbre, los gobiernos se han pronunciado por lo que han denominado “verdad histórica”, la cual resultó una patraña. Sujetos a proceso donde hay gobernantes, civiles, policías y hasta militares.

Al final de cuentas, la brecha sigue abierta y ni lejanamente se observa un final afortunado. Esto debe reconocerse sobre la base de que un gobierno represor es el único culpable. Sin duda, hay autores materiales, pero los intelectuales se encuentran definitivamente en lo que insistimos es la conducta cotidiana de quien ejerce en el poder para la maldad.

Matar a estudiantes, como asesinar a opositores y en general reprimir, es algo que identifica a quienes se comportan ajenos al bienestar social.

Es momento de llamar a que rinda cuentas a un “hombrecillo” que cínicamente se da una gran vida, disfruta de fortunas mal habidas y goza, que es lamentable, de una inexplicable inmunidad. Peña Nieto era el Jefe político del País y sin buscar más en tanto no se actúe en su contra, nada podrá dilucidarse.

Su derecho a la defensa debe de ser absoluto, pero jamás otorgarle canonjías, que en definitiva impiden el legítimo alcance a la justicia. De una vez por todas se reclama justicia.

Por Eduardo López Betancourt

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