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Por Sabina Berman
No gustaron las vallas rodeando el Palacio Nacional durante el M8. Hirió especialmente lo que algunas morras apuntaron en esas vallas.
LLEGAMOS TODAS (HASTA AQUÍ).
Es decir, hasta las vallas y no hasta el Palacio Nacional.
Primero hablo de lo concreto –las vallas—y luego hablaré del nivel simbólico que cifran.
Lo concreto. El problema es cómo proteger al edificio del Palacio Nacional de los sopletes de fuego y las bombas molotov de las feministas guerrilleras. Pero debe haber una forma menos brutal que las vallas.
Además, causó perplejidad la ausencia de la presidenta en la marcha. Si tenemos una presidenta que durante su campaña se declaró mil veces pro-mujer, lo natural hubiera sido que nos diese la bienvenida a las mujeres ciudadanas.
No un discurso –el feminismo rechaza liderazgos únicos–. Pero sí un BIENVENIDAS gigante en un muro. O tal vez una salida al balcón de Palacio Nacional y una sola frase al micrófono:
–El corazón del país es de las mujeres –o cualquier otra frase.
Ahora me refiero a la realidad que cifran esas vallas aislando la casa del Poder federal de las mujeres que colmaron el Zócalo.
El compromiso de la Izquierda al llegar al Poder es volver hechos la agenda mínima que las mujeres en México hemos acordado. A decir: la erradicación de la violencia contra nosotras; la erradicación de la desigualdad estructural; y la valorización económica y/o liberación de las tareas domésticas.
Es muy pronto para que este gobierno comandado por una mujer y con un gabinete de mayoría de mujeres dé resultados en esos rubros, pero por lo pronto las medidas pro-mujer que anunció el 8 de marzo siguen en su mayoría en el terreno del lenguaje, y preocupa que la flamante Secretaría de las Mujeres cuente con un presupuesto muy menor.
Y tampoco se trata de regar con dinero la agenda feminista. Siendo trasversal la Secretaria, podría implementar medidas que lleven las palabras a los hechos.
Por ejemplo, crear en las policías de cada estado cuerpos especializados en violencia vs las mujeres, que reaccionen de inmediato a los peligros que acechan a las mujeres y que detengan a sus violentadores y asesinos.
O, por ejemplo, apartar jueces del nuevo Poder Judicial para que se especialicen en juzgar crímenes vs mujeres de manera expedita.
Es insoportable pensar que tendremos un sexenio de mujeres en el Poder en el que los 10 feminicidios diarios continúen y la Justicia siga siendo un arma patriarcal…
Hay que decirlo también: la inercia a quedarse en la retórica y no pasar a la acción no es solo propia del gobierno federal, aqueja igual a las legisladoras de este Congreso donde son la mitad.
Hace unas semanas los pontes de los distintos partidos ordenaron echar para atrás el plan de que las legisladoras se reunieran en el pleno del Congreso y pactaran una colaboración en todo lo que trata de temas de mujeres.
¡Y las señoras obedecieron! No se reunieron y no pactaron.
Quienes las votamos, esperamos mucho más de ellas.
Pudieron y debieron desobedecer a los patriarcas y reunirse en otra parte, la cafetería del Congreso, un auditorio interno, en un parque: da igual en dónde: esperamos de ellas que desacaten los intereses partidarios en todo, todo, todo lo que corresponde a la agenda pro-mujer.
No hay pretexto hoy válido. El movimiento feminista mexicano construyó a lo largo de 75 años la escalera por donde las mujeres de la política subieron al Poder este sexenio, y eso para un solo propósito: para que usen ese Poder en pro de las mujeres como grupo social.
La exigencia expresa y machacona de este sexenio tendrá que ser que las mujeres políticas pasen del lenguaje a los hechos. De la ideología a las acciones. Del deber ser al es.
Tenemos para recordárselos y para lograrlo 5 años. No más.
Y ni dar un paso atrás o quedarse quietas es meritorio.
