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Por Ricardo Sevilla
El apoyo masivo a Sheinbaum en el Zócalo refleja una dinámica sociológica interesante que vale la pena reflexionar.
Por un lado, la participación de miles de personas en este evento indica un alto nivel de movilización social y político, que sugiere una mayor conciencia cívica y un compromiso con los procesos políticos.
Este fenómeno, desde luego, está relacionado con la percepción de que la doctora Sheinbaum representa un cambio hondo en la política mexicana, especialmente en términos de género y estilo de liderazgo.
Y ojo, porque frente a las amenazas externas también revela una cohesión nacional en momentos de crisis.
Recordemos que, históricamente, México ha enfrentado desafíos económicos y políticos derivados de su relación con Estados Unidos, y en este contexto, la figura de Sheinbaum emerge como un símbolo de resistencia y dignidad nacional.
Ahora bien, las implicaciones políticas de este evento también son profundas.
En primer lugar, el respaldo popular a Sheinbaum refuerza su posición como líder política en México, lo que le confiere una base sólida para implementar sus políticas y enfrentar los desafíos internos y externos.
Y, aunque la oposición lance espumarrajos por las fauces, la capacidad de la Presidenta para manejar situaciones de tensión internacional, como las amenazas arancelarias de Trump, ha demostrado ser muy efectiva.
Y eso aumenta su legitimidad en el escenario político nacional e internacional. Sin duda, estamos ante una Claudia 2.0.
