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Por Ricardo Sevilla
El Poder judicial sigue agregando rayas al tigre de su descrédito.
Y no parecen tener límites. Cada día se superan su acidia y su indolencia.
Esta vez salió a relucir que la grafología está siendo usada como prueba pericial en procesos jurídicos.
Y, por alguna sinrazón, algo está impidiendo que los jueces no entiendan que la grafología es considerada una pseudociencia porque carece de evidencia científica que respalde su eficacia en la evaluación de la personalidad.
Pero, valiéndoles un comino, insisten en apegarse a ella.
Los juzgadores deberían estudiar un poco más y, de esa manera, entender que hay una buena cantidad de estudios que han demostrado que la grafología no puede predecir rasgos de carácter o desempeño de manera confiable.
Pero en el Sistema Judicial no parece interesarles que esta pseudo ciencia se base en principios que no siguen el método científico, lo cual dificulta su validación.
Para aquellos que no lo saben, esta práctica se apoya en pruebas anecdóticas y sugiere el uso del efecto Barnum, donde descripciones vagas son aceptadas como precisas por las personas.
La activista Diana Luz Vázquez ha denunciado que en el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México están admitiendo, como pruebas de agresores, dictámenes de grafología en contra de las madres para quitarles la guardia y custodia de sus hijos.
En el TSJCDMX deberían tener sentido común y entender que la grafoscopía y caligrafía sirven para identificar si una firma es verdadera o no. Y que, para eso se usa en juicio. Pero ¿la grafología? ¿En pleno siglo XXI?
Los juzgadores deberían saber que si se trata de conocer la personalidad de alguien, se acude a la psicología. Y que eso, y no otra cosa, es lo idóneo.
¿Qué harán después? ¿Admitir brujos, chamanes o médiums? ¡Eso tiene que parar!
