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Por Salvador Chiprés
El dato expuesto por la Secretaria de Salud de la Ciudad de México, Nadine Gasman, ilustra una enorme necesidad y revela desigualdad estructural: siete de cada diez personas no encontraron atención para su salud emocional cuando la requirieron.
Así de triste puede ser el panorama ante la urgencia de apoyo por ansiedad o depresión, las principales afecciones mentales, no solo en México sino en el mundo.
La Organización Mundial de la Salud estima que una de cada ocho personas vive con un trastorno mental, mientras el suicidio es la cuarta causa de muertes entre jóvenes de 15 a 29 años.
En ciudades progresistas, el cuidado de la mente y las emociones no debe ser un lujo, sino un derecho y elemento central de las políticas públicas. En Reikiavik, Islandia, las y los estudiantes reciben educación emocional como parte de sus materias, y en Nueva York hay consejeros de salud mental en escuelas públicas.
Desde la CDMX se modela el programa Ciudad con Salud Emocional, presentado ayer por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada. Representa la oportunidad de recibir atención en cada Utopía en los Cuencos de las Emociones —acrónimo de Cuenta Conmigo— y la canalización a servicios especializados desde el 911, atendido por el C5, y Locatel.
La prioridad son las personas más vulnerables, entre ellas mujeres, quienes representan el 70 por ciento de quienes buscan ayuda del Consejo Ciudadano de la capital nacional, o las y los jóvenes. El IAPA, dirigido por Amaya Ordorika, estima que 84 por ciento de las y los universitarios presenta ansiedad o depresión.
Es responsabilidad del Estado garantizar la salud mental, con perspectiva de género y un enfoque preventivo. En México está considerado en la Ley General de Salud; en la CDMX, además, está previsto en la Constitución.
Todas las personas requieren acceso a servicios de salud mental de calidad. La Ciudad se coloca, intensamente, a la vanguardia nacional.
