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Por Sebastián Ramírez Mendoza
Estamos viviendo una transición histórica en el Gobierno del Presidente López Obrador. Desde el triunfo de la Doctora Claudia Sheinbaum, el Presidente Constitucional y la Presidenta Electa han estado recorriendo el país los fines de semana para supervisar los grandes proyectos de la administración y algunos que trascenderán a la siguiente. En cada ciudad que visitan se reúnen con el Pueblo, le rinden cuentas y se comprometen a darle continuidad al proyecto por el que millones votaron una vez más.
Este fin de semana visitaron Morelos y La Montaña de Guerrero, una de las zonas más pobres del estado y del país. Allí se comprometieron a destinar mil millones de pesos al año para el desarrollo de la región y también supervisaron la construcción de caminos; y en Acapulco revisaron con autoridades locales el avance de los trabajos de reconstrucción, los esfuerzos para reactivar el turismo y los apoyos directos que se han entregado a los guerrerenses después del huracán Otis.
Varias veces la Doctora Sheinbaum ha relatado cómo el Presidente López Obrador le cuenta las causas que hay detrás de cada proyecto que visitan, que, dicho sea de paso, no le son ajenas a la Presidenta Electa. Aunque la oposición quisiera ver distancia entre ellos, pareciera que no logran entender que sus causas y sus luchas, al igual que las de todas y todos los que pertenecen al Movimiento de la Transformación, son las mismas: la justicia social, la igualdad, el combate a la corrupción, al racismo y al clasismo. El Humanismo Mexicano se ha convertido en una nueva forma de hacer política y de gobernar, y el proyecto de nuestra próxima Presidenta no es la excepción.
Mientras que antes los presidentes salientes y entrantes ni siquiera se reunían para organizar su transición a pesar de todos pertenecer a la misma cúpula de políticos tradicionales, hoy estamos viviendo la transición más transparente y ordenada de nuestra historia moderna. Así pinta la transición en tiempos de Transformación.