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El nonagenario se paseó nervioso por el salón, había salido de la junta antes de que esta terminara e indicó a uno de los asistentes: “dile que quiero hablar con ella”. La orden fue acatada de inmediato y el asistente transmitió la petición al equipo de la presidenta electa.
Dentro del lujoso salón, estaban los empresarios más importantes del país que habían asistido en reunión con la presidenta electa en la que entre otras cosas había asegurado que no habría sobresaltos en la política económica del país.
Horas antes, el nonagenario había declarado: “tiene una gran oportunidad de ser una buena presidenta”.
Con las manos agarradas detrás del cuerpo y la cabizbajo, caminó lentamente hasta uno de los mullidos sillones de la sala de espera donde se sentó en el reposabrazos a esperar, su cabeza seguía inclinada, del bolsillo de su saco tomó un pequeño papel doblado y lo sostuvo entre las manos mientras seguía perdido, mirando al piso, quizá recordaba los días de gloria en los que el todo poderoso millonario, dueño del emporio Kimberly-Clark había sido asesor presidencial de Miguel de la Madrid; su plan para atender la “crisis económica” había sido recibido con gusto y hasta premiado por el entonces presidente. Su poder fue transexenal ya que también fue asesor de Carlos Salinas y gran influyente en los sexenios posteriores, hasta el 2018, en el que la fallida campaña orquestada por su hijo del mismo nombre contra AMLO “un peligro para México” había fracasado tan estrepitosamente como la actual “marea rosa” “narco presidente” o “Xóchitl la virgen de México”.
El viejo seguía esperando la respuesta de la virtual presidenta, ¿lo recibiría?, al final, su fortuna es la numero 49 del país. Todos antes lo habían recibido y hasta tenía derecho de picaporte. No era cosa de ponerse en contra de los empresarios, en contra de él.
Arrugaba el papel y lo volvía a alisar y su cabeza, nunca estuvo erguida.
Perdone don Claudio, -interrumpió el ex rector de la Fuente sus pensamientos- la doctora Sheinbaum no podrá recibirlo, pero con gusto le transmitiré cualquier mensaje que quiera darle. El empresario miró por un segundo a los ojos a su interlocutor, forzó la sonrisa, le dio la mano y solo murmuró: “dígale…que la felicito”.
Nunca más habrá tratos preferenciales y de eso…habrá señales.
Ana María Vázquez
Escritora
@Anamariavazquez