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Por Ricardo Sevilla
Mañana tendrá lugar el tercer y último debate entre los tres candidatos presidenciales, organizado por el INE, previo a las elecciones del 02 de junio.
Y Xóchitl Gálvez llegará con el ánimo por los suelos.
La candidata de la derecha que Gálvez llega en el peor momento de su campaña, la cual ha tenido una pavorosa desarticulación interna, un desorden sin precedentes y una ola de conflictos que han empantanado su de guerra.
A eso, desde luego, hay que agregar su indisciplina inicial y sus pifias monumentales.
Ni en el PAN ni en el PRI, ni en el PRD ignoran que Xóchitl lleva dos debates perdidos al hilo.
En los dos episodios anteriores, la candidata del conservadurismo se presentó nerviosa, desarticulada y sin mucho control sobre sus emociones.
Es más: en el primer debate, trascendió que Xóchitl había tenido una crisis de nervios. Sin embargo, sobre ella pesan muchas otras cosas: el alcoholismo, la intemperancia y el clasicismo de uno de sus voceros, que resultó ser su hijo.
También pesan sobre ella varias declaraciones penosísimas. Una de ellas fue aquella tontería de que “si a los 60 años no has podido hacer un patrimonio, eres bien güey”, frase desdichada que, de acuerdo con los expertos, en una semana le hizo perder cuatro puntos.
Pese a todo, las cúpulas empresariales y políticas de la derecha han invertido muchísimo dinero en esta campaña y está aferrado a sacarla adelante.
Y precisamente por eso, en los medios de comunicación conservadores, Xóchitl tiene cualquier cantidad de defensores y chayoteros.
Estos personajes, extraviados y atolondrados, aseguran que todavía podría ganar la candidata de la derecha. Alegan que la mayoría silenciosa en las encuestas no corresponde con la efervescencia opositora en WhatsApp, y que hay un voto oculto que no reflejan los estudios demoscópicos. Pero alucinan. O se engañan.
Para darse esperanza, desde hace algunas semanas ronda la idea de que Jorge Álvarez Máynez podría declinar a favor de Xóchitl Gálvez. Pero esa idea, a estas alturas del partido, ya no parece tener ningún sustento.
Y, justo por eso, el naufragio de Xóchitl parece eminente. La pregunta es: ¿quedará en segundo o tercer lugar?
