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ANTONIO ATTOLINI
Durante los últimos cinco años se ha demostrado que la reordenación presupuestal del país (pasando del modelo neoliberal al de la economía moral) no ha puesto en riesgo nada: ni el trabajo, ni las prestaciones, ni la seguridad social, ni la estabilidad macroeconómica. Básicamente, lo único que se ha visto afectado son los privilegios de unos cuantos a favor de las amplias mayorías que quieren derechos y bienestar. Y así ha sido.
Todas las mentiras que se repiten sin cesar en la prensa corporativa terminan chocando con el duro piso de la realidad. Caen como bombas desde los elevados pisos de las torres de la oligarquía y se desploman una vez que los hechos terminan por imponerse. El recorte de 16 mil millones de pesos de los fideicomisos del Poder Judicial no es otra cosa más que el cumplimiento democrático de un mandato ganado en las urnas: no puede haber gobierno rico, con Pueblo pobre. Un fideicomiso retira, segrega, privatiza el presupuesto público que en una discusión abierta es asignado a todo ente de la República (poderes de la Union, administración pública federal y todo organismo que funcione a partir de una partida del Presupuesto de Egresos), todo en aras de mantener la “estabilidad” y evitar “la incertidumbre que da el vaivén político”. Que tremenda tontería, si el modelo económico y su gestión política fue el mismo desde hace 30 años. Lo que defienden es el supremo poder del privilegio que les hace mandar sin obedecer ni someterse al escrutinio público ni a la voluntad popular.
Que nada sea tan sofisticado, tan técnico, tan elevado y tan hermético como para evitar su discusión pública. Que nadie se arrogue la representación de nada sin que por ello también tenga que defender en la mesa y en las calles dicha posición. Es verdaderamente ridículo lo que hacen algunos ministros y la oposición, pero algo sí les debo reconocer: se han descarado y han construido un movimiento político basado en el privilegio. Menos mal. Su derrota será total.
