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FERNANDO ROSSEL
Farah, una migrante haitiana en México, le brinda servicios sexuales a Oscar, un señor de aproximadamente 50 años que le paga 100 pesos por sexo oral, 300 por sexo vaginal y 500 si la joven de 20 años se deja penetrar analmente; el dinero lo utiliza para pagar cuartos de hotel y comida, sin embargo, desearía haber sido “reclutada” por el emporio millonario llamado La Boutique VIP, donde mujeres migrantes denominadas “Escorts” ofrecen vía internet, encuentros sexuales; de acuerdo con Farah, una amiga haitiana a quien le decía de cariño Nikki, decidió unirse a dicho portal web.
A Nikki de 25 años la hacían pasar por colombiana en el sitio de citas sexuales, sin embargo, también era anunciada en otras páginas del mismo giro como Mil eróticos bajo el título “Exuberante mujer negra colombiana nueva en México”, de acuerdo con Farah y su español aprendido por su estancia en Chile donde también se prostituyó y concibió a su hija, su amiga “tenía rasgos finos de la cara y cola grande, por eso se la llevaron y la hicieron pasar por colombiana”.
La veinteañera haitiana que ofrece sus servicios sexuales en la calle a hombres que pasan, no tiene una estancia fija, entre la voz entrecortada, compartió que los albergues no le gustan porque no genera dinero, sin embargo, había permanecido en la calle de jueves a sábado porque no encontraba cliente, “estoy esperando a que llegue martes, Oscar quiere servicio todos los martes”.
Farah siente que por su complexión delgada y no ser “fina de cara”, no la escogieron para ser anunciada; su amiga Nikki también vivía en la calle y se prostituía por no más de 500 pesos hasta que un hombre en un “auto bonito” tomó su servicio, posteriormente, le contó a Farah que le dieron un departamento en Polanco, sería anunciada en internet y cobraría hasta 3,500 pesos por servicio, sin embargo, ya no sabe nada de ella, pues no encuentra sus anuncios ni le contesta los mensajes.
“Hablaba seguido con mi amiga, pero dejó de contestar mis mensajes, desapareció”, compartió Farah melancólicamente, pero al mismo tiempo con ánimo porque un cliente la llamó. Encargaría a su hija con otra familia de haitianos que conoció hace tres días e iría a un motel por metro Revolución donde se encontraría con su cliente.
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