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mayo 02, 2024

CDMX

“Quiero regresar a mi casa” : Kevin, niño migrante

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Están a la espera de que la COMAR los apoye para poder llegar a Estados Unidos

Ana E. Rosete

Kevin sueña, todos los días, con comer arroz chino y regresar a su casa en Honduras, tiene apenas 7 años y no alcanza a entender que ser nómada ahora es su presente y quizá su futuro.

Tiene un mes viajando por Centroamérica junto con sus padres y tíos; su prima Alisson, de 11 años, lo escucha atenta y lo interrumpe, “en Estados Unidos tenemos más posibilidades, allá voy a poder ser pediatra”.

La niña se hace cargo de Sofía, la más pequeña, a sus 5 años tiene conciencia de lo que es el hambre y cuenta a esta casa editorial qué no ha comido espagueti en mucho tiempo y eso la pone triste así como los regaños de su hermana Alisson.

Las horas corren lento, los niños ya no saben que hacer, entienden que deben esperar para tener una cama donde dormir.

Percida, la matriarca, platica con Basta acerca de la travesía qué han pasado, largas caminatas, hambre, cansancio, sed, sol y un montón de sueños a cuestas; se forman dos horas a las afueras de la casa del migrante en la alcaldía Cuauhtémoc, demarcación qué ha sido invadida por migrantes en espera de ser atendidos en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), dirigida por Andrés Ramírez Silva.

Está sentada en la banqueta junto a su esposo, ambos tienen la firme convicción de llegar a Estados Unidos, dicen que para ellos no existe el sueño americano, sino el suyo, el de salir adelante, ver crecer a sus hijos lejos de la violencia qué ha manchado de sangre las calles hondureñas.

“Ha sido muy difícil, somos 11, venimos seis adultos con cinco niños y no hay palabras para explicarles porque tienen que pasar hambre”, cuenta mientras frota la rodilla de su esposo en señal de aprobación.

Tienen claro que no quieren problemas con los haitianos, esos que a toda costa buscan quitarles su lugar en la casa del migrante para ser ellos quienes duerman bajo un techo.

El campamento de la calle Roma, qué ha estado por más de 8 años ahora también es refugio para quienes llegaron de Haití, los paracaidistas supieron hacer negocio y les dejan usar desde sus tendederos hasta los baños portátiles qué tienen en la acera.

Son reaceos, duros y un tanto parcos, la comunicación es difícil pues la mayoría habla francés, Edwin es de los pocos que domina el español y ayuda a sus compatriotas a entablar conversaciones.

Tiene un mes en México, ya consiguió su permiso de la COMAR, tiene claro su destino: la nueva planta de Tesla, hablar tres idiomas le viene bien.

En Santa María la Ribera, en la alcaldía Cuauhtémoc, existen casas de huéspedes que ofrecen alojamiento por día, semana o al mes. Desde que comenzó la crisis migratoria esta zona de la demarcación ha recibido a personas centro y sudamericanas que tienen un objetivo en la mira: llegar a Estados Unidos.

No obstante, el tema se ha convertido en un problema, incluso de salud pública, debido a que llegan con enfermedades y contagian no sólo a sus compañeros de viaje sino a los vecinos con los que tienen contacto.

Wilmer llegó hace dos semanas, mismo tiempo que ha dormido en la calle pues en la casa de huéspedes no hay cuartos y la lista de espera es larga.

Sus ahorros están por terminarse y la falta de un permiso migratorio por parte de la COMAR lo hace tener que recurrir a un empleo informal con la esperanza de no ser detenido y deportado a Venezuela; limpia parabrisas en la esquina de Amado Nervo e Insurgentes, justo frente a la estación del Metrobús Chopo.

Los trámites son cada vez más lentos, la dependencia del Gobierno federal se ha visto rebasada, las filas son largas y la burocracia tampoco les ayuda.

Llegó a la Ciudad de México junto con sus dos hermanos, sus papás se murieron a causa de la pandemia y, al no tener a que aferrarse en su país, decidieron tomar sus maletas, llenarlas de sueños y esperanzas para tomar el primer camión.

Se han tenido que enfrentar al hambre, al frío, pero sobre todo a la xenofobia y discriminación racial; no se detendrán, dicen, “le hemos perdido el miedo a todo”.

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