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Autonomía en la conciencia
Sadit Gabriel
Sobreexagerada, endeble a ratos, pero muy necesaria. Es, tal descripción, la esencia del ejercicio cinematográfico hecho Alejandro Monteverde en Sonido de libertad (2023); es el discurso que sin ser necesario, sin apelar a los remanentes de un cine elevado, debía ser enunciado.
La multiplicidad de opiniones en torno a este trabajo, muchas de las cuales recaían en la elocución de un sistema somero de ideas, convirtieron al metraje en la reconvención de las frígidas izquierdas. Esto, en una categorización deontológica, convierte la libertad de expresión en la tiranía de la perversión.
Sí, la obra fue financiada por grupos de corte conservador, titubea en su propia armonía y presenta una disposición indulgente al espectador. Está incapacitada para propagarse como referente de culto, pero sienta un precedente en los excesos de la censura y ahí, en ese espacio, es donde recae su valor.
Vale recordar que la libertad de expresión, así como la autonomía de la voluntad, no son negociables, menos desde el sofismo político en lo corriente. Porque quien desde el progresismo solo convence, es incapaz vislumbrar las repercusiones de un trabajo para pura cavilación.
Recuerde: el derecho de opinar no es exclusivo de las izquierdas, aunque se haya vendido el metraje como propaganda de derecha. No lo es, ni lo será, aunque sí vislumbra su política en torno al tráfico de personas; debe ser el público quien decida si el buen argumento de la cinta realmente retrocede a la misma conciencia.
Nombre: Sonido de libertad.
Año: 2023.
Director: Alejandro Monteverde.
Calificación: 7.4 (buena).
Dónde: Solo en cines
