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mayo 05, 2024

CDMX

Enemigo frontal del presidente Felipe Calderón

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En apariencia más por escasez que por gusto (vivía en el tercer piso de una vecindad de la calle Leandro Valle 14, en el Centro Histórico de la Ciudad de México), Gerardo se regresó a la moda que en la década de los sesenta impusieron los hippies al mundo: cabello alborotado, pantalones de vaquero, bigote silvestre, camisas con flores estampadas y hasta, en algunos casos, sandalias.
–El pobre Gerardo no tiene remedio –decían algunas de las voces anónimas de la calle, y quienes seguían de cerca sus comentarios negativos que generaban desconfianza inclusive entre sus mismos seguidores.
Con esos atuendos, que como enjambre atraían a no pocas mujeres, jovencitas algunas y otras no tanto, Gerardo continuó interpelando y cuestionando a sus adversarios políticos o tratando de entorpecer el paso al presidente Zedillo. Como lo hizo a finales de febrero de 1997 cuando, junto con una decena de deudores de la Banca, acudió a Los Pinos. Iban protegidos con cascos y hombreras de futbol americano para entregar a la Presidencia un nuevo escrito, en el que reiteraban su petición de que se resolviera el problema de la cartera vencida.
En esa ocasión, dijo que los cascos y las hombreras eran para protegerse de los granaderos y los guardias presidenciales, ya dos semanas antes, el 11 de febrero, desalojaron con violencia a sus compañeros que se habían encadenado a la reja principal de Los Pinos. Dijo que Zedillo no había hecho honor al compromiso de discutir las propuestas planteadas por los deudores de la Banca y que solo daba vueltas al asunto.
En Cancún hizo lo mismo, junto con otras once personas, cuando se dirigían al Centro de Convenciones para asistir a una protesta en una reunión nacional de banqueros. Por esta actitud, fue arrestado y fue encarcelado. Pero pocas horas después fue liberado por la intervención del entonces presidente nacional del PRD, López Obrador. En marzo del 2000, repitió su “hazaña”, tras de una manifestación en Los Pinos.
–No hay justificación para que Zedillo no nos reciba, pues ha recibido toreros, futbolistas y a mucha gente más, porque tiene espacio –decía.

Se ganó la enemistad de varios en el prd
Durante 19 años se mantuvo firme en las filas del PRD plagado, desde su nacimiento de “caudillos”, “tribus” o grupos. Pero los chismes y su estilo belicoso e individualista, le concitaron la enemistad de otros perredistas quienes cada que la circunstancias se los permitía, intrigaban en su contra y a sus espaldas. No faltaron quienes tenían algo más que simpatías por el aguerrido e irreverente, y lo defendían. Pero las circunstancias lo obligarían a dimitir en 2008. Cuando lo hizo, sus comparsas trataron de dar explicaciones sobre su comportamiento, pero Gerardo ya había desaparecido y cuantas diligencias se hicieron para que regresara fueron inútiles.
Sin embargo, otra versión indica que, en realidad, dejó el PRD (donde fue fundador del Movimiento de Bases Insurgentes, Mobi; integrante de la mesa directiva del Consejo Nacional; encargado de Comunicación Social; y portavoz en la campaña presidencial de López Obrador en 2006), cuando su “cuate” Alejandro Encinas no fue elegido como dirigente nacional. En este asunto, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvió las impugnaciones del proceso que dio como ganador a Jesús Ortega; fallo en el que Fernández Noroña se declaró en desacuerdo, y el 27 de noviembre de 2008 renunció al PRD, al considerar “ilegítimo” el triunfo de Ortega Martínez.
Durante todo el sexenio de Calderón, fue uno de los defensores a ultranza de que López Obrador perdió la elección presidencial en 2006 por un “fraude electoral” y una campaña negra orquestada por la derecha y la clase empresarial. Durante ese gobierno, fueron frecuentes sus enfrentamientos con elementos del Estado Mayor Presidencial por realizar protestas en actos oficiales a donde acudía. Por ese motivo, le fue impedido el acceso al Tercer Informe de Calderón en 2009, ya como diputado. Denunció amenazas de muerte por tales hechos y responsabilizó al Gobierno federal de las mismas.
Fue uno de los primeros legisladores en sugerir que Genaro García Luna, entonces secretario de Seguridad Pública, estaba coludido con el crimen organizado. En 2011, subió al pleno de la Cámara de Diputados con una lona cuya leyenda acusaba de alcohólico al presidente; en la lona aparecía una pregunta que decía: “¿Tú permitirías que un borracho condujera tu auto? No, ¿verdad? ¿Entonces por qué le permites conducir al país?”
Aquellas actitudes, molestaban e incomodaban a sus propios compañeros del PRD, con quienes ya tenía desencuentros, en particular con los líderes, de manera especial con Jesús Ortega, que privilegiaban el acuerdo político y la negociación sobre todo en el Congreso de la Unión contrario a lo solicitado por López Obrador, que pedía no tener ninguna negociación con representantes o partidarios del gobierno de Calderón.
Estos desencuentros subieron de tono y se convirtieron en escándalo político, cuando acusó a la presidenta de la Cámara de Diputados, la perredista Ruth Zavaleta Salgado de traicionar al PRD y a López Obrador, por declarar que reconocía a Calderón como presidente y haber asistido a un acto político en el que estuvo la esposa del mandatario, Margarita Zavala. Por esto, Fernández Noroña declaró públicamente que Zavaleta “había entregado el cuerpo a cambio de un huesito”. Sus declaraciones fueron condenadas por varios sectores del PRD, sobre todo por los diputados, que lo acusaron de misógino, exigían un castigo y su renuncia al cargo.
El 28 de octubre el Consejo Nacional del PRD emitió un pronunciamiento en el cual reprobó los dichos del belicoso Fernández Noroña en contra de su compañera de partido, Ruth Zavaleta. Y hasta ahí llegó como miembro de ese instituto político. Pero Noroña seguiría siendo el Noroña, al que no le espantaban los escándalos, pues ¡vivía de ellos! (continuará).

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