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Reseña: Intercambiando vidas

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Valor en la posibilidad

Sadit Gabriel

La crianza humana, vista desde la paternidad o maternidad, es uno de esos ámbitos económicos, sociales, antropológicos y culturales desde donde pueden realizarse acercamientos a la conducta per se. Sus bifurcaciones históricas, así como sus complejidades psicológicas, permiten explorar a Hirokazu Koreeda en Intercambiando vidas (2022) las posibilidades del desarrollo en cada persona.

Cobra vida de este modo un punto de vista sobre cómo el accionar teleológico, se superpone al deontológico; supedita la cinta la experiencia cognoscitiva, a una felicidad que a la contigüidad humana queda circunscrita. No es, sin embargo, todo ello una apología de lo simple, sino una construcción relacional donde el valor de cada idea configura aquello que existe.

Cercana, dulce y contemplativa suele ser la fotografía en la cinta; hay visos de fulgor en la suntuosidad del relato representado y escrito; explica desde planos (tomas) asequibles y sencillos, ideas donde se trasciende la concepción de lo simple; usa el metraje la emotividad afectiva para vislumbrar los propios sinsabores del desarrollo social.

En Koreeda, así como en Nicolai Hartmann (pensador alemán), se exacerban los valores como cualidad de cada cosa y no como aquello que es. Esta noción, dentro de la película, representa al valor superior de la crianza como nuevo amanecer; intenta explicarnos el director cómo una vida, transmuta en la voluntad de lo que en el provenir puede llegar a ser.

Nombre: Intercambiando vidas

Año: 2022.

Director: Hirokazu Koreeda

Calificación: 7.3 (buena).

Dónde: Solo en cines.

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