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CIUDAD DE MÉXICO. – Después de una vez más ceder el paso a López Obrador, y concluir su gestión como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, hallamos a Marcelo Ebrard Casaubon como presidente de la Red Global de Ciudades Seguras de la ONU, encargo que asumió desde septiembre de 2012 hasta febrero de 2014. Esta responsabilidad terminaría en 2016, pero renunció a esta el 3 de febrero de 2014 para contender por la presidencia nacional del PRD. Elección interna que perdería el 5 de octubre de ese año frente al exsenador Carlos Navarrete, –de la corriente Nueva Izquierda –encabezada por el entonces presidente del partido, Jesús Zambrano.
Para esta contienda, en julio de 2013 Marcelo Ebrard fundó otra expresión (o “tribu”, como mejor se conocían los diferentes grupos que lo conformaban) dentro del PRD, a la cual denominó “Movimiento Progresista”. En febrero de 2014 (cuando renunció a la presidencia de la Red Global de Ciudades Seguras de la ONU) se constituyó como asociación civil Movimiento Progresista AC, con el fin de “abrirse a los ciudadanos que no pertenecían al PRD”.
Prácticamente marginado –al igual que su “Movimiento Progresista”–, el 27 de febrero de 2015 anunció que dejaba el partido al sentirse “vetado” por su sucesor, Miguel Ángel Mancera, y el acercamiento de ese instituto político al PRI. Lo hizo en una carta dirigida al dirigente nacional del PRD, Carlos Navarrete y publicada en Twitter. La renuncia, dijo, es “irrevocable”.
“El progresivo acercamiento de la dirigencia del partido a Enrique Peña Nieto” y al PRI “es incompatible con los objetivos y deberes políticos de la izquierda mexicana”, apuntó en la misiva, en la que compara su decisión con la de otros exmiembros del PRD como López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas. “Milité diez años con dedicación y lealtad a las causas enarboladas por el PRD” y “he dado la lucha por mis convicciones en el Congreso del partido”, afirmó.
Para entonces, el PRI y el PAN, entre otros partidos, lo acusaban –al igual que a su exsecretario de Finanzas, Mario Delgado–, de estar implicados en presuntas irregularidades en las obras de la Línea 12 del Metro, realizadas durante su gestión como jefe de Gobierno del Distrito Federal.
En la comisión especial creada en la Cámara de Diputados para esclarecer este asunto, Ebrard rechazó las acusaciones y achacó que tenían fondo político. Por este asunto, el gobierno de su antecesor, Miguel Ángel Mancera, había sancionado a 33 personas (por las fallas estructurales que obligaron a cerrar once de las 20 estaciones de la Línea 12 en marzo de 2014), con penalizaciones que incluían la inhabilitación para ocupar cargos públicos, la destitución, multas económicas y procesamiento penal.
Aunque dijo que nada temía, por las diversas indagaciones que el Gobierno capitalino realizaba en su contra, y apenas el partido MC le suspendió la candidatura a un cargo popular, Marcelo Ebrard dio muestras del temor que decía no sentía, y recibió una tremenda reprimenda de sus simpatizantes: se mudó a la tierra de sus ancestros: Francia.
los escándalos lo persiguen
Además de la presunta corrupción en la construcción y el desplome de la llamada “Línea Dorada” del Metro, que cobró la vida de 26 personas y dejó decenas de heridos, el 3 de mayo de 2021, al especialista en la administración pública lo perseguían también los fantasmas de su pasado no tan lejano: los tres policías linchados en 2004 en Tláhuac; el affaire inmobiliario durante su administración, en el que estaban sus hermanos y dos de sus exesposas; los 13 estudiantes muertos y los 16 más que resultaron lesionados durante el incendio de la discoteca New’s Divine en la alcandía Gustavo A Madero, el 20 de junio de 2008.
Por el colapso del Metro, los señalamientos en su contra comenzaron durante la administración de Miguel Ángel Mancera, su sucesor, al registrarse varios incidentes. Se hablaba de corrupción en las contrataciones de la obra. Un informe interno sobre la vulnerabilidad de la misma, propició que la “Línea Dorada” cerrara varios meses para reparar las fallas detectadas. A la par de esas cada vez más severas acusaciones y del cierre temporal de ese tramo, Marcelo Ebrard, presurosamente, hizo maletas y se fue a vivir a Europa, particularmente en Francia y España.
Reapareció mucho tiempo después. Cuando López Obrador lo invitó a participar en su tercera campaña presidencial, y lo hizo responsable de su propaganda en el norte del país.
Seguramente le dio buenos resultados, ya que luego de triunfar en las elecciones federales de 2018 y sentado en el trono sexenal, lo nombró secretario de Relaciones Exteriores, canciller, desde el 1 de diciembre de ese año. Cargo en el que fue “pepita de muchos moles”, pues lo mismo formulaba que dirigía asuntos que competían a las secretarías de Gobernación y de Seguridad u otras dependencias.
Pero el 6 de junio de 2023, a un año de distancia de la elección presidencial, Marcelo Ebrard Casaubón (alumno del político priísta que en 1993 se sentía el sucesor natural de Salinas de Gortari, quien sorprendió a todo mundo al elegir como candidato a Colosio) renunció como canciller, para dedicarse de lleno a promover sus aspiraciones y ganar el proceso interno de Morena, con el cual se definirá la candidatura de ese partido a la Presidencia de la República.
Lo hizo, sin considerar que perdería los reflectores que representa el cargo en el gabinete presidencial, y a pesar de que él mismo ha ventilado que al interior de Morena no “existe piso parejo” entre las “corcholatas”, y, sobre todo, aseverado que sí existe una “favorita” (FIN).
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