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Arreando al Elefante | ¿Suprema justicia?

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Ana María Vázquez

Mientras el 40% de detenidos con prisión preventiva oficiosa permanecen sin sentencia, adultos mayores sufren del despojo de sus bienes, la empresa Vulcan en Calica se niega a entregar los terrenos depredados, o FEMSA deja sin agua a San Cristóbal, la Suprema Corte ha tomado un extraño camino de laxitud, ceguera y benevolencia, por decir lo menos.

Desde la salida del Ministro Arturo Zaldívar de la presidencia de la Suprema Corte el año pasado y la entrada de Norma Piña, hemos visto desfilar resoluciones difícilmente explicables, empezando por la unánime de desbloquear los bienes a la esposa de Genaro García Luna, Linda Cristina Pereyra; luego, la anulación del llamado Plan “B” sin siquiera leerlo; el no imputar al fiscal general de Morelos porque cuenta con “inmunidad”; la exoneración de Rosario Robles por la acusación de la Estafa Maestra, así como el posterior fallo contra la inhabilitación de 10 años para no ejercer ningún cargo público; la defensa de los salarios de sus ministros aunque se viole el artículo 127. Suman más de 809 controversias constitucionales a las que la Suprema ha abierto la puerta y muchas, en contra del Gobierno federal en su batalla por judicializar cualquier decisión que tome el presidente López Obrador, pero también los ministros se ocupan de casos particulares, como el de Elektra, en el que el ministro Luis María Aguilar ha permitido que el juicio interpuesto por su dueño, Salinas Pliego de inconformidad ante el pago que debe al fisco por más de 4 mil millones y que ha alargado con argucias por más de 12 años.

Muchas cosas han cambiado en este último sexenio, sin embargo, el peso y arbitrariedad en los manejos de la Suprema Corte ha llevado hasta a ciudadanos a manifestarse frente a ella, esperando un cambio que no llegará si no se frena drásticamente.

Urge el Plan C, para poder modificar lo mucho que falta en lo prioritario, la impartición de justicia.

Por ahora, solo queda recordar un fragmento de Francisco de Quevedo en su Parnaso Español: (…) nunca cesa el despojo ni la usura, ni sabe estar ociosa su codicia. No tiene paz; no sabe hallar hartura; oso llamar a su maldad justicia; arbitrio, al robo; a la dolencia, cura.

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