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Jorge Gómez Naredo
El sábado en el zócalo de la Ciudad de México hubo felicidad. Miles y miles de personas acudieron ahí para celebrar el 5º aniversario del triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Gritaron el cántico ya clásico y emblemático de “es un honor / estar con Obrador”. Hubo sonrisas. Alegría. Esperanza. Fue un día de fiesta.
La oposición, como siempre, afirmó que quienes habían acudido ahí eran acarreados, que estaban en ese lugar porque “les daban frutsis y tortas”, y que en realidad la mayoría no sabía por qué acudía. Así lo dicen los de oposición siempre: parecen un disco rayado, afirmando lo mismo una y otra y otra vez.
El caso es que, en el zócalo, la algarabía fue mucha: se desbordó completamente. Había amor de un pueblo a su presidente. Y es que desde hace muchos años no se sentía la gente orgullosa del mandatario que eligió. Ahora el pueblo tiene una conexión especial con Andrés Manuel López Obrador, y eso se sintió y se vivió en el zócalo.
AMLO es un caso atípico en la política no solo de México, sino del mundo. Es un líder social nato, que escucha a la gente y conoce sus problemas. Es un buen administrador, pues cuando ha gobernado, siempre ha hecho obras y ha establecido una política social diferente, enfocada en los humildes. Además, es un excelente político, que sabe organizar y hacer que las cosas sucedan. Y, por si fuera poco, es un comunicador excepcional, que logra no sólo difundir información sobre la situación del país, sino compartir conocimiento histórico y social para que la gente tenga argumentos. Y además de todo esto, AMLO jamás ha dejado de tener contacto con la gente. Por eso es tan invencible ahora. Por eso él ganaría cualquier elección hoy en el país.
El sábado en el zócalo, el presidente López Obrador envió un mensaje importantísimo a quienes aspiran sucederlo en la presidencia. Y fue claro y contundente: “nosotros no debemos apartarnos de nuestros ideales y principios, y nunca olvidar dos frases pronunciadas por Benito Juárez y por Ricardo Flores Magón, que son la esencia misma de nuestro quehacer político: ‘Con el pueblo, todo; sin el pueblo, nada’. Y ‘sólo el pueblo puede salvar al pueblo’”.
Ése sin duda es su legado. Y debe ser el futuro del país.
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