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Arreando al Elefante | Carlos Marín: el soldado del chayote

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Ricardo Sevilla 

El “periodista” Carlos Marín ha salido con una de sus clásicas estulticias: que el Cártel Inmobiliario es una “patraña”, un “invento de la Fiscalía capitalina para minar al Partido Acción Nacional y sus aliados de la oposición, pero sobre todo entorpecer la carrera del alcalde en Benito Juárez, Santiago Taboada”. Se necesita tener la cara dura y un cinismo a prueba de balas para defender al PAN y a un personaje tan execrable como Taboada. Y Carlos Marín cumple a cabalidad con esos requisitos.

Todo mundo debería saber que este personaje, a lo largo de cuarenta años, ha ejercido un periodismo donde se han impuesto los escarnios, las diatribas y las descalificaciones. Marín, que se ha dejado consentir por el chayote, siempre dispensó buen trato a dos de los expresidentes más vergonzantes de México: Vicente Fox y Enrique Peña Nieto. Es cierto que, durante su distante juventud, Carlos fue autor de un puñado de reportajes que pusieron al descubierto temas tan peliagudos, como aquel donde informaba que los expresidentes mexicanos Luis Echeverría y José López Portillo patrocinaban una banda paramilitar, la Brigada Blanca, que torturaba, desaparecía y asesinaba disidentes.

Pero eso se acabó rápidamente y, poco a poco, su “periodismo” se torció. La pequeña notoriedad — que jamás alcanzó la popularidad que Marín anhelaba — se fue diluyendo hasta que el poblano terminó convertido, de acuerdo con la descripción que hizo de él Federico Arreola, quien fuera su jefe en Milenio, “en una especie de bufón de los que mandan”. Lamentablemente, cuando un periodista busca la notoriedad, por lo común se le ofrecen dos caminos: el de la crítica frontal y bien sustentada y el de la adulación descarada. Y Marín, desde hace ya varias décadas, optó por lo segundo.

Marín lleva varios sexenios lanzándole guiños (muy bien pagados) al poder político y empresarial. Sus escarceos con la clientela son cada vez más abiertos y descarados. De ahí que alguien, con muy buen tino, lo haya descrito como un “soldado rabioso del poder”. Marín debería entender que hay tiempo para detener el paso y pensar en el retiro. Y ese momento le ha llegado. No debería aplazarlo.

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