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Antonio Attolini Murra
No hay transformación posible cuando se ponen por delante los intereses personales o de grupo al proyecto de nación que busca darle voz, voto y dignidad al humillado. Complicado como puede estar resultado el
escenario político-electoral en Coahuila, quedará como huella indeleble en la memoria de los militantes la traición de Tivardo Mejía, la jugarreta política que ha emprendido con sus seguidores y la forma en la que dilapida la confianza que muchos le tuvieron y le tienen a partir de su cercanía con el Presidente.
La elección de Coahuila, la que debió haberse tratado sobre el corporativismo autoritario, cínico y mediocre por parte del PRI y su intoxicación en todos los ámbitos de la vida pública, ahora se trata sobre vanidades personales. ¿Quién es el más real, verdadero y auténtico defensor de la Cuarta Transformación? Es Armando Guadiana, pero un tipo que abandonó 25 años a su estado natal y llegó solo para dividir y violentar está
haciendo todo lo posible para empañar ese principio. No solo eso, se pierde de vista que, para la elección del Congreso del estado, nuestro movimiento político lidera las encuestas en al menos 8 de los 16 distritos y en el resto somos competitivos dentro del margen de error.
Es decir, tenemos proyecto para la gubernatura, pero también para el Congreso en donde estáis seriamente disputando la mayoría del mismo. Algo inédito, lo cual pasa a segundo plano cuando la atención se la lleva un pobre diablo que se pone bigotes y dice ser un tigre. Que esto sirva como ejemplo para quienes se piensan y sienten más listos y más valiosos que los demás. Lo digo claramente: la encuesta para la selección de Coordinador o Coordinadora de los Comités de Defensa de la 4T es el mejor método para poder resolver una definición política, peor se requiere de disposición y voluntad de las partes de entender y conceder que la política es muy generosa si se hace para ganar.
Que haya altura de miras y tiempo suficiente para poder conciliar un acuerdo entre las partes que incluya a todos y a todas y que no deje a nadie afuera de la gran coalición popular que tiene como propósito transformar a México. Lo bueno del proceso de Coahuila es que las tesis de la fractura y la ambición vulgar quedarán superadas por el resultado electoral de quien se pensó más único y especial que el proyecto
nacional y decidió romper y olvidar los principios que nos dieron origen.
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