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Ricardo Sevilla
Ayer, la Universidad de Sevilla cometió una pifia de la que difícilmente se repondrá: entregarle a Enrique Graue, uno de los rectores más corruptos e incompetentes en toda la historia de la UNAM, un doctorado honoris causa.
Un despistado Ramón María Serrera, que forman parte de esos catedráticos “eméritos” e imperecederos, salió con el cuento de que Graue “es uno de los intelectuales de más prestigio de la república mexicana” ¡Vaya tontería! ¿Intelectual? ¿De dónde? La Universidad de Sevilla, que es una de las universidades más antiguas de España (tiene más de 500 años), definitivamente metió el pie en el fango.
Y es que, hasta ayer, solían entregar sus aparatosos doctorados honoris causa a personajes con auténtica relevancia. Pero eso se vino abajo al decidir laurear a Graue. En 2010, por ejemplo, la Universidad de Sevilla invistió como doctor honoris causa a Umberto Eco. Pero los aportes de Eco a la semiología, la filosofía, la semiótica, la estética, la lingüística y la literatura no tienen desperdicio.
¿Otro ejemplo? En 1991, esa universidad entregó el libro de la Ciencia, la medalla, el birrete laureado, el anillo y los guantes con el que acompañan el doctorado honoris causa al emblemático líder sudafricano Nelson Mandela. Ese mismo año entregaron otro doctorado honoris causa al escritor portugués José Saramago, un autor cuya poderosísima obra sigue vigente.
Pero ¿Graue, que tiene en paro a los CCHs y a la DGAE? ¿Qué virtud intelectual o académica habrán visto los miopes jurados en el oftalmólogo que se presume doctor? Esta vez, la Universidad de Sevilla, esa misma que alguna vez dio el doctorado honoris causa a la activista indígena Rigoberta Menchú,
ha querido darse un baño de ignominia distinguiendo a Enrique Graue, el rector burdo e indolente que se alza de hombros ante el acoso laboral que padecen sus profesores.
Graue está lejos de tener la importancia de personajes como Miguel León Portilla, quien, en un acto insólito, recibió el doctorado honoris causa de esa universidad en las propias instalaciones de la UNAM. ¡Sí, pero era León Portilla! Graue es, simple y llanamente, un vulgar corrupto. Y un desvergonzado.
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