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Abraham Mendieta
Ni siquiera los más férreos opositores al Presidente Andrés Manuel López Obrador pueden negarle algo que es evidente para el país entero: el mandatario mexicano es incansable. Cuando no se encuentra en Palacio Nacional atendiendo el gabinete de seguridad, la conferencia mañanera, o las distintas reuniones de trabajo, es porque está recorriendo cualquier rincón del país para llevar prosperidad y bienestar a quienes fueron abandonados desde el poder durante décadas.
No es casualidad: los recorridos a ras de suelo, visitando todos los municipios del país, fueron el mecanismo más efectivo que López Obrador encontró para revertir, poco a poco, la imagen negativa y autoritaria que los medios de comunicación mayoritarios buscaron construirle por décadas, y a la par, le generaron un conocimiento profundo sobre el país, pero también sobre su pueblo: el mexicano que no tiene una foto con el Presidente, conoce a algún familiar o amigo que la tiene y la presume.
Nunca un Presidente había recorrido tantos kilómetros antes de llegar al gobierno, y mucho menos, para gobernar, porque entiende que la única manera de integrar a un país roto por la desigualdad, es con una presencia permanente del Estado Mexicano.
Ayer, en uno de sus recorridos cotidianos para supervisar el avance del Tren Maya en Yucatán, el Presidente resintió algunos síntomas del Covid-19, al que dio positivo horas después, suspendiendo su agenda
para reposar y recuperarse. Compró más boletos que nadie para esa rifa, pues no ha parado un solo día en estos cuatro años y medio de gobierno, no ha tenido reposo ni descanso. Mientras tanto, su mano derecha,
el Secretario de Gobernación Adán Augusto López, lo sustituirá en las conferencias mañaneras que tanto odian los conservadores, porque en ellas se desmienten las calumnias y noticias falsas con las que buscan recuperar lo que perdieron en las urnas.
El mensaje es muy claro: la mañanera se queda, incluso cuando López Obrador se recupera para volver con más fuerza, y ni con Covid les va a regalar la posibilidad de que la mentira y la infamia camine libremente, aunque solo fuera por un día.
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