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Abraham Mendieta
Se respiran aires nuevos en el Instituto Nacional Electoral tras la elección de los nuevos consejeros y consejeras, y en particular, de la nueva presidenta del árbitro electoral, Guadalupe Taddei, quién rindió protesta en el cargo con su brazo izquierdo.
A nadie sorprende la visión progresista de la sonorense, quién nació, nada más y nada menos que en Cananea, Sonora, cuna de las luchas obreras y sociales por una vida más digna para los que menos tienen,
aquellos que con su esfuerzo levantan a un país entero. Este nuevo tiempo electoral, de diálogo y concordia política, quedó explícito en la reunión que mantuvieron las y los consejeros electorales con Adán Augusto López, el hábil Secretario de Gobernación de Andrés Manuel López Obrador, donde se manifiesta la voluntad de construir una nueva relación con el poder ejecutivo del Estado Mexicano, un elemento fundamental para el correcto funcionamiento de la institucionalidad democrática.
Erróneamente, hubo quienes entendieron que la función del árbitro electoral era tomar partido, malbaratar decisiones democráticas, y enfrentarse al partido mayoritario, como si de un partido opositor se tratase, y nada más lejos de la realidad: la función de un árbitro electoral es justamente propiciar condiciones de igualdad, legalidad y justicia para que el pueblo decida libremente.
El exceso de protagonismo de Lorenzo y Ciro le hicieron mucho daño al INE, pero si todo sale como México merece, se habrán acabado las sanciones malintencionadas que solo afectaban de manera principal
a un partido en concreto, la anulación de candidatos por caprichos políticos, y el control sobre la premura o tardanza para resolver las prioridades de los políticos que habían elegido al anterior presidente del INE y a sus achichincles.
Y por encima de todas las cosas, se acabarán los privilegios onerosos que tanto dañan simbólicamente al pueblo de México, y que incluso violan la Constitución Política, con salarios públicos que superaban por mucho
