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Abraham Mendieta
Para cualquier ciudadano que haya seguido con cierta cercanía el desarrollo político mexicano en los últimos cuatro años, es ya evidente que la oposición desperdició la oportunidad de reconstruir y volver a ser
electoralmente competitiva en este sexenio.
Despistados en las grillas internas, y buscando salvar los pocos espacios de poder y presupuesto que les quedan, la derecha ha sido incapaz de renovar sus liderazgos, caras y voces, condenándose a sí misma a
un previsible 2024 bastante mediocre en términos de posibilidad electoral. Y en honor a la verdad, poco ayudaron los escándalos legales de Ricardo Anaya, de Cabeza de Vaca, de los mafiosos inmobiliarios de la CDMX, la huida al extranjero de expresidentes como Felipe Calderón, el juicio contra García Luna, y otras coyunturas que diariamente nos recuerdan quienes fueron cuando estaban en el poder.
Sin embargo, yo soy un convencido de que la pedagogía tiene efectos casi mágicos, e inexorablemente, en algún momento la oposición despertará y volverá a tener competitividad electoral, ya sean bajo marcas multicolor, o amparados en un tibio naranja.
La Cuarta Transformación no puede confiarse solamente en la torpeza de su adversario: debe intensificar el trabajo de territorio que permitió llevar en 2018 a un hombre decente a la Presidencia de la República, sin dejar de explicar en todos los espacios posibles, el sentido y la razón que llevan al movimiento obradorista a gobernar.
Los poderes reales tienen un pie fuera y otro dentro del gobierno, y si alguna tarea tenemos todas y todos los que creemos en López Obrador, es explicar por qué se toman las decisiones que desde enfrente se
atacan.
