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Asesinan a un agente y salvan a huachicoleros

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Buscaban que no continuara con la investigación de una banda de huachicoleros; hicieron creer a los pobladores de la zona que solo se dedicaba a secuestrar niños, pero era un policía encubierto.

Redacción Grupo Cantón.

“¿Te duele mucho, Carnal? ¡Así las familias de los morros!, ¡ah, si wey!, ¿quieres que te ayude?, ¿Quién trae gasolina para ayudarle al compa, papi de una vez?”, gritaba un sujeto que se encontraba junto con varias personas, alrededor de un hombre ensangrentado.

El polvo cubría su rostro, las manos y las piernas del hombre, todo mientras manchaba el asfalto al derramar gotas y gotas de sangre. Ello ocurrió después de haber sido atacado por pobladores del Municipio de Tulancingo.

“¡Él es quien roba a las niñas!”, señalaron varios habitantes a Sergio Saavedra, minutos después de que se regara el chisme en el pueblo de que él era el responsable de la desaparición de niños y jóvenes en la localidad antes citada Nadie de los habitantes dudó de la palabra de aquellos que señalaban a Saavedra, o mejor dicho al agente Saavedra, pues todo fue un plan diseñado para que dejara de investigar.

Pero, ¿Qué era lo que tanto le interesaba al agente? Según antecedentes, en la comunidad de Santa María Asunción y otras áreas cercanas, operaba un grupo de huachicoleros, por ello, la PGJ había mandado al agente Sergio y a otro elemento a resolver la misión y si era necesario, aprehender a los malhechores.

Aquella tarde que lo culparon, ya no tuvo escapatoria y los pobladores patearon, escupieron y maldijeron a Saavedra frente a su colega y ante la mirada de policías municipales. Un hombre de tez morena con playera azul y pantalón negro, de espalda tiraba de un lazo que sujetaba los pies del agente, mientras caminaba y hacía fuerza con sus brazos para no soltar la cuerda que, brutalmente, arrastraba el cuerpo aún con vida.

Personas se acercaban a ver al hombre, como si fuera un acto digno de presenciar, algunos se regocijaban de felicidad, mientras que otros solo veían sin hacer nada a la distancia. En los últimos años, la sociedad mexicana ha comenzado a linchar a los rateros, extorsionadores, violadores y asesinos.

Ello como consecuencia de la ineficacia de las autoridades mexicanas, quienes no detienen o dejan libres a aquellos que verdaderamente son culpables.

Que los ciudadanos y servidores públicos realicen este tipo de atrocidades, solo refleja que el estado de derecho en 2022 es obsoleto, y que la violencia está en cada esquina del país. El problema fue que esta vez se equivocaron, pues por hacer justicia con su propia mano, despojaron de la vida a un inocente: entre gritos y tortura, poco a poco fue perdiendo la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

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