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Antonio Attolini Murra.
Este fin de semana se llevó a cabo el evento deportivo más importante del año en la Ciudad de México: el Gran Premio de la Fórmula 1. Los reportes arrojan alrededor de 400,000 asistentes al evento y una derrama económica de 700 millones de dólares en los días previos al evento. Sin duda, la participación de Sergio Pérez ha popularizado este deporte y lo ha vuelto muy atractivo para cada vez más y más personas.
Algunas de ellas, aficionados de toda la vida y otras, aficionados de ocasión y de reciente gusto. Ah, claro… también quienes son militantes de Morena asistieron al evento. Y es que nada tiene que ver con nuestra postura política frente a la pobreza, la corrupción y el ejercicio del poder que nos guste (yo fui en 2019) ir en un domingo al Autódromo Hermanos Rodríguez a ver correr a las escuderías. A los conservadores y representantes del supremo poder del privilegio esto les parece un escándalo. Asumen que hay espacios que les son naturales, obvios y de su patrimonio por formar parte de una clase la cual, claro, no admite desviación populista alguna como para compartir esos espacios. Les purga vernos ahí y buscan revelar nuestra supuesta incongruencia.
“Son iguales” pareciera que buscan comprobar. Quizá en ese gusto refinado y para algunos culposo de la Fórmula 1 sí, con la diferencia de que a nosotros no nos gustan las trampas, las mentiras o los engaños. Debo contar que este fin de semana también fue el cumpleaños de mi novia.
Decidimos ir a un karaoke estilo coreano en la Ciudad de México. Cantamos, bailamos y al final algunos amigos y yo, terminar la noche recitando el discurso del desafuero de Andrés Manuel López Obrador a todo volumen con las bocinas a punto de reventar. Nos emocionó la parte en donde Andres Manuel dice que son “los que quieren perpetuar la corrupción, el influyentismo y la impunidad (…) los que tienen mucho miedo a que el pueblo opte por un cambio verdadero.
