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abril 24, 2024

Seguridad

Falta Marianito en el salón de clases

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Acababa de salir de clases, cuando un camión de carga embistió la motoneta que conducía su mamá; iba sin casco.

Redacción Grupo Cantón. 

Sonó el timbre de la escuela y el pequeño Mariano, de 9 años, guardó rápidamente las cosas en su mochila escolar, cuadernos, colores y lápices, fueron los primeros útiles escolares que guardó para que su mamá Dulce ” N” no lo regañara.

“Se forman por favor, niños”, dijo la maestra mientras procuraba que sus alumnos no olvidarán algún objeto personal o se fueran a tropezar al salir del aula por la emoción de librarse de la
escuela e ir a casa. “Ahí está mamá”, dijo mientras corría y se acercaba a Dulce “N”. “¿Cómo te fue hijo?”, preguntó la mujer. “Bien mamá”, respondió Mariano, mientras lo abrazaba y le daba un beso en la mejilla. “Jugué con mis amiguitos y me comí todo lo que me mandaste”, dijo Mariano, cuando sus brazos tocaron la cintura de su madre y le respondió el beso.

Le quitó la pesada mochila de su espalda y, con un pie abajo y otro arriba de la motoneta, ayudó a que el pequeño Mariano se subiera al vehículo marca Vento en color negro con gris y verde
fluorescente; como su casa estaba cerca, Dulce no le puso ninguna protección.

Sacó las llaves de su bolsa, eligió la llave correcta, la insertó en el switch y acomodó los retrovisores, antes de prender las luces y rezar porque ningún policía de tránsito la detuviera, pues sería acreedora de una multa porque

Marianito no portaba casco. “Tengo que llegar a darle de comer”, pensó Dulce, mientras circulaba en la avenida del Trabajo y Eje 2 avenida Canal del Norte, mientras el semáforo
cambiaba de color, de verde a amarillo y de amarillo a rojo.

En aquellos segundos que duró la transición de colores, ella jamás imaginó que aquel beso y abrazo que le dio a Mariano al salir de la escuela, sería el último que el pequeño recibiría con vida. Parecía que el tiempo se había detenido y qu el sonido de la ciudad dejó de escucharse.

Aquella tarde, solo sonó un estruendo horrible, pues un camión de carga con estampado de la marca Mextran, se impactó contra la motoneta en la que Dulce, de 32 años, y su pequeño hijo Mariano, de 9 años, viajaban sin casco.

Mariano se golpeó brutalmente la cabeza contra el pavimento, mientras su madre, aturdida, trataba de parar la sangre que emanaba de su cabeza.

“¡Deténganlo, no dejen que se vaya!”, gritaban testigos, quienes, al ver la magnitud del accidente, rápidamente detuvieron a Fabián, el conductor del pesado camión. Dulce con las mejillas llenas de sangre y con un fuerte dolor en su cabeza logró ponerse en pie y poco a poco se acercó a Mariano. Con sus palmas comenzó a acariciarle el rostro y de sus labios se escuchó un grito desgarrador: “¡Hijo despierta…no te mueras por lo que más quieras… Mariano escúchame…Mariano te amo”, pero él ya no pudo escucharla, pues su alma ya no estaba en su pequeño cuerpo.

La hermana del pequeño Mariano caminaba como ida con rumbo hacia el lugar del accidente, pues uno vecinos suyos le habían informado lo ocurrido. Al llegar no pudo evitar emitir un
grito de dolor y con las lágrimas rodando por su mejillas se tapó los ojos para no ver el cuerpo de Marianito. Simplemente quería recordarlo como era de alegre y juguetón, al igual que su compañeritos de escuela, quienes no asimilan su ausencia en el salón de clases.

 

 

 

 

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