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Javier Lagunas
Al ser cuestionado sobre su ofrecimiento de campaña para regresar a los militares a los cuarteles en seis meses en caso de llegar a Palacio Nacional, el presidente respondió: “cambié de opinión, ya viendo el problema que me heredaron”.
Con ello el mensaje es claro y sincero; él NO se esperaba que la podredumbre en las corporaciones policiales civiles fuese de tal magnitud de tal modo que, al ponderar las ventajas y desventajas de mantenerlas y renovarlas, ya con la tropa en sus cuarteles, se concluyó no solo crear una Guardia Nacional, sino mantener a la milicia en las calles.
¿Qué nos dice también AMLO ante la ola de ataques de sus detractores por su decisión?, sencillo para quien sepa leer entre líneas: es de sabios cambiar de opinión.
Pero al recordar que los altos jefes policiacos federales ahora están en la cárcel o prófugos, el mandatario nos dice que NO modificó su criterio por capricho o volubilidad, sino que fue producto de una realidad que rebasó por mucho lo imaginable en términos de la
descomposición encontrada, y nos manda otro mensaje advirtiendo que, si por aferramiento a cumplir su ofrecimiento de campaña, envía a los soldados al cuartel y mantiene a la Policía Federal como encargada de la seguridad del país, hoy habría caos y se mantendría el contubernio entre mandos y bandas.
Lo risible es que ahora se le acusa de incongruente por tomar otra ruta o se le tacha de mentiroso, pero los incongruentes son quienes se escandalizan como si jamás hubiesen cambiado de opinión o modificado decisiones por cuestiones incluso vanas y no de seguridad pública, merecedoras desde luego de cuanta rectificación sea necesaria.
