2 lecturas
Ricardo Sevilla
Durante la jornada del sábado se realizaron elecciones en el partido Morena en 20 estados y ayer, domingo, se celebraron en 12 entidades. Se trató de afiliarse y reafiliarse, con lo cual se obtuvo un nuevo padrón de militantes. Pero no todos estuvieron contentos ni conformes. Uno de ellos, acaso el más insatisfecho, fue el senador Ricardo Monreal.
El coordinador de senadores en Morena está que no lo calienta el sol. El político zacatecano aseguró que el partido Morena cayó “en las trampas de la exclusión y el sectarismo”, lo cual, según él, es “lamentable”. A un paso del delirio o del colapso mental, Monreal dijo que “sería un suicidio político” “no separar al partido del Gobierno e involucrar al Presidente en las decisiones partidarias, sugiriendo en una idea que viene
repitiendo desde hace semanas: que López Obrador tenía metidas las manos en el proceso.
Para Monreal, Morena tendrá que esforzarse por conservar la “apariencia democrática”, pero aseguró, con teatralidad, que los procedimientos “autoritarios y oligárquicos” terminarán envenenado a ese partido.
Pero nada de eso es cierto.
La estrategia de Monreal fue, digámoslo de una vez por todas, ensuciar el proceso de Morena para promover una reforma en el Congreso, buscando los votos de sus aliados que, para variar, son justamente
los opositores de López Obrador. Para llevar a cabo su estratagema se valió de morenistas traidores.
De hecho, en redes sociales, trascendió que el senador mandó a un grupo de espías a grabar supuestos delitos electorales. Pero seamos categóricos: Monreal no quiso participar, simple y llanamente, porque su plan
era enviar reventadores.
Su objetivo central, además de manchar el proceso morenista, es hacerle creer a la opinión pública que el INE, un instituto que, por lo demás, tienen secuestrado Ciro Murayama y Lorenzo Córdova es el que debe
organizar las elecciones primarias que tanto anhela.
