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Ricardo Sevilla
Las razones que llevan a las personas a migrar son múltiples y complejas. La carencia de trabajo, seguridad social, servicios médicos, educativos y públicos suelen ser factores determinantes. Los migrantes no se distancian de su familia, amigos y raíces por capricho. En la mayoría de los casos, la inseguridad, la miseria, la opresión y un entorno social deteriorado son un acicate para que las personas abandonen su país.
Pero migrar no suele ser una odisea gozosa. La travesía, casi siempre, es espinosa. Y es que, en el trayecto, los migrantes afrontan múltiples riesgos y un alto grado de vulnerabilidad. La mayor parte del tiempo se hallan privados de los servicios esenciales y del apoyo de sus familiares. No son pocos los que, atemorizados y expuestos al rigor de un clima hostil, caen en las garras de traficantes de personas.
Sin protección ni asistencia humanitaria, miles de migrantes pierden contacto con sus familias. Muchos mueren o desaparecen en el camino y otros tantos permanecen en detención prolongada por haber entrado o permanecido irregularmente en un país extranjero.
Las (múltiples) historias de los migrantes deben conocerse. De ahí la importancia de hacer un documental, como propuso ayer el Presidente López Obrador.
Los comunicadores que actualmente trabajan en las redes sociales y en las plataformas digitales son una excelente opción. Y los migrantes lo saben.
Sería un producto cinematográfico sumamente interesante; un trabajo donde los migrantes sientan la empatía de los periodistas y comunicadores independientes, captando testimonios más sinceros y alejados de los lugares comunes y las demagogias. ¡Una pieza hecha con el alma!
