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Ricardo Sevilla
La marcha antiAMLO del fin de semana fue un rotundo fracaso. Pese a que los organizadores tuvieron el poder mediático de los grandes corporativos a su servicio, la dura realidad golpeó a los voceros del empresariado. Y es que el trío mágicocomico-musical integrado por Chumel Torres, Carlos Loret de Mola y Brozo se estrelló con una dura realidad: la población sólo toma a estos cómicos como lo que son: personajes burlescos entresacados de una comedia barata.
Pero, además de los humoristas, el llamado de personajes como Lorenzo Córdova, Ciro Murayama, Claudio X. González y la familia Krauze fue ignorado. La ciudadanía no acudió a su requerimiento, y los videos y fotografías que circulan en redes sociales comprueban que se trató de un evento fofo y estéril.
Y es que el conservadurismo, además de ser apático e indolente, carece de bases sociales. Y es natural. El pueblo mexicano tiene muchas razones para desdeñar cualquier evento convocado por la derecha.
Históricamente, la derecha mexicana se ha contrapuesto, con mayor o menor virulencia, a los valores contemporáneos de libertad e igualdad de los individuos. Y su radicalismo los ha llevado a oponerse a
los cambios económicos, políticos, sociales, educativos y culturales que benefician a las clases sociales más necesitadas.
El pueblo ya no está dispuesto a callar ni a permitir que la derecha, con ese talante autoritario que la caracteriza, intente situarse en el centro del espectro político.
Y no está dispuesto a hacerlo, porque el pueblo ha sufrido la actitud clasista, racista e individualista de las clases sociales privilegiadas. En México, no hay que olvidarlo, desde hace mucho tiempo, ha habido una extrema derecha, una derecha pronazi, que tuvo como principal ideólogo a un sujeto llamado Salvador Borrego.
