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Samuel Cantón Zetina
El futbol soccer, o más bien la Selección Mexicana y su participación en el Mundial, son una maravilla. Salvo, claro está, para los que aun ahora -después de tantísima decepción- se obsesionan con que el tricolor logre un sitio que no alcanza.
Pero si se mira como lo que es: un extraordinario entretenimiento que hace olvidar o mitiga las penas del pueblo, resulta verdaderamente útil. Calificado casi de milagro, como siempre -en una zona donde todavía se juega con cocos y cráneos-, México quedó apuntado para Qatar (noviembre).
De inmediato, sus rivales deportivos sustituyeron a los torcidos y ladrones de la política nacional.
En la cancha, los de verde -sigue siendo el color representativo- tendrán que rifársela con Arabia Saudita, Polonia y la poderosa Argentina. Y hasta villano favorito tenemos para darle sin piedad y sin medida: el portero Emiliano “Dibu” Martínez, quien al ver en el sorteo que Argentina enfrentará a México, gritó feliz, dando saltos con el hijo: “¡Fácil!… ¡Fácil!” (ya lo tunde la fanaticada patriotera).
No hay que verlo como enemigo a muerte. Las cuentas alegres de cada cuatro años: le ganamos a los árabes, empatamos con Polonia, y perdemos apenas 1-0 con Messi y su equipo.
Argentina es cuarta en el ranking 2022 de la FIFA, luego de Brasil, Bélgica y Francia, en tanto México aparece en noveno lugar. Según los pronósticos, avanzamos en segundo lugar a la siguiente ronda.
Y viene la pregunta que medio país se hace desde ahora: ¿pasaremos al fin del quinto juego? (soñar es esperanza). Tenemos por delante ¡ocho largos meses! de ilusión y de que no haya nada más importante que el mundial de futbol en Qatar 2022.
