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Ana María Vázquez
No, no somos iguales, aunque lo clamen las voces discordantes de los “grandes medios”, esos que pagan a sus sicarios mediáticos cantidades estratosféricas por una mala prensa de montajes, envuelta en la pompa mediática del mal llamado título de “comunicador”.
¿Cómo va a ser igual un periodista de a pie, que se desgarra por una nota por la que quizá le paguen 100 pesos, a otro que vive cómodamente leyendo un teleprompter, cobrando cantidades de seis ceros por entrevista y pagando ghost writters (escritores fantasmas, gente que escribe para que otro solo ponga la firma), y que en nada arriesga el pellejo, la vida o la esperanza de destapar una buena nota?
Sería tanto como comparar a Lolita Ayala con Miroslava Breach ambas respetables, pero jamás iguales. Ahora se usa la figura de Lourdes Maldonado, periodista asesinada recientemente, como uno de los bastiones de las estrellitas mediáticas que solo buscan la explosión de la nota, la estridencia y no la verdad.
¿Dónde quedó el buen periodismo?, porque es a ellos a los que están asesinando y no a los que se desgarran las vestiduras haciendo gala de histrionismo cuando se dicen “perseguidos
políticos”. Ellos, los pagados por grandes consorcios y políticos; ellos, los sicarios de la información, con sus ataques “a modo”, acoso y mentiras; que claman venganza por la jugosa renta mensual que antes recibían de gobiernos pasados, son los que deberían ser exiliados del sistema de comunicaciones, vetados de por vida, porque no solamente dañan personas escudándose en la libertad de prensa, también dañan pueblos y ciudadanos inocentes con información sesgada… ellos son los verdaderos sicarios. Los otros, los de a pie, los que tienen que apegarse al mecanismo de protección o se ven obligados a salir del país, es a los que deberíamos de hacer honor y hasta un monumento.
