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Samuel Cantón Zetina
Se diga lo que se diga sobre el regreso a clases, no hay garantías de no contagios en las escuelas, y entonces es un volado.
“Hay que tomar riesgos”, dijo el presidente Obrador. Eso es.
Se supone que estamos en la cresta de la tercera ola de la pandemia, y tal vez la pregunta más importante que en esa circunstancia se puede hacer cualquiera, es por qué reanudar presenciales sin estar vacunados niños y jóvenes, y con la mayoría de los maestros con solo una dosis.
Luego de año y medio de ausencia, 25 millones de alumnos de todos los niveles volverán para iniciar el ciclo escolar 2021-2022.
El gobierno tiene otros datos, literal -un estudio de Gobernación y una encuesta de la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX-, y pueden resumirse en que si bien el virus representa un peligro para aquellos, hay también daños severos que resienten por el encierro, como deserción, deterioro psicológico, mayor violencia intrafamiliar (en el primer semestre del año, el 93% de las víctimas fueron niñas), y agresiones físicas y sexuales.
Además, evidentemente, del desplome de la calidad educativa que pudieron tener hasta antes de la crisis. Las autoridades aseguran que habrá limpieza, limpieza y protocolos sanitarios en los planteles.
En realidad, es de lo único que pueden dar garantías. Por eso el paisano advirtió sobre tomar riesgos.
No los va a tomar el gobierno a nombre de padres e hijos, porque el regreso a clases será opcional, y el programa “Aprende en Casa” de la SEP -para los que permanezcan en sus viviendas- continuará.
Se trata, pues, de la virtual implementación de un plan híbrido que desde hace meses existe en universidades privadas.
“El regreso es por necesidad, no por necedad”, declaró la secretaria Delfina Gómez, mientras Claudia Sheinbaum lo calificó de “indispensable”, y aludió a que la vacunación avanza de manera acelerada en la capital (más de 1.5 millones de estudiantes de educación básica).
Cada quién sus riesgos.
