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Diego Cedillo
Es importante ir a la escuela para aprender la historia de México que ha tenido grandes victorias y derrotas. Hay varias que valdría la pena rememorar. Una de ellas, es cómo hace 198 años Agustín de Iturbide abdicó. Quien fuese el primer emperador mexicano coronado en la iglesia “La profesa”, ubicada en la calle de Madero. Dicho gobernante defendió con gallardía la soberanía nacional. En un acto semejante, y ante el nuevo enemigo llamado Covid-19, parece que el canciller Marcelo Ebrard sí hizo su tarea e impondrá restricciones en las fronteras para acceder al país. ¿Por qué? Dicha acción, casualmente, se da después de la preocupación del presidente López Obrador, por reanudar las clases. ¡Lotería!
Sin embargo, siempre hay detractores que pormenorizan lo peligroso que el funesto bicho puede ser, tal es el caso del presidente ejecutivo de la Organización Mexicanos Primero, David Calderón, por comparar el regreso a clases con la apertura de bares y otros comercios. Quizá le vendrían bien unas clases de economía a don David. Le sugiero aprender algo llamado “Costo de oportunidad”.
Hay gente que sí va a la escuela. Resulta que nuestro vecino del norte, decidió poner a un latino como secretario de Educación: Miguel Cardona, quien fuese profesor de primaria en una escuela de Connecticut. Algo parecido a la titular de Educación mexicana, la
profesora Delfina Gómez, ¿no?
Seguramente la maestra Gómez Álvarez habrá regañado a más de un alumno con respecto a “las malas palabras” usadas en clase. ¡Ay profesora!, ojalá en su salón de clases hubiese estado el michoacano Javier Estrada. Resulta que el diputado quien es –o era– el coordinador parlamentario en el Congreso del estado, refirió que podía gastar el dinero del presupuesto “hasta con putas”. Por suerte dicho legislador ya fue removido. ¡No cabe duda que ya son tiempos electorales!
POST-IT. Del evento, con motivo de la expropiación petrolera, algo quedó claro y aquí lo reiteramos: Rosa Ícela Rodríguez, secretaria de Seguridad, goza de los afectos del Presidente, pues nuevamente fue invitada a un evento que no es de su competencia. Aprovechamos la observación, para destacar también– que quien pasó prácticamente desapercibido –pues ninguno de los invitados volvió o detuvo su mirada para verlo– fue el alcalde de Centro, Tabasco, Evaristo Hernández, el cual, sabiendo su condición, decidió arrinconarse. ¡Vaya, quien lo viera en el Ayuntamiento, tan prepotente, tan soberbio, y allí tan sumiso y abnegado! Cosas de la vida.
