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Una cinta dirigida, escrita y protagonizada por José María Yazpik, quien realiza un estupendo trabajo para replantear una problemática sobre el existencialismo personal
Harry Plus
Hoy en día es muy común que en diversas producciones tanto televisivas como cinematográficas se toque el tema del narcotráfico y todo el caos y daño que provoca la guerra contra este mal; desde narrativas que involucran a los grandes capos de nuestro país, hasta ficciones que alteran la realidad y la tergiversas a su sangriento gusto, es por eso que cuando llegan historias que plantean y tratan este tipo de situaciones lejos de los convencionalismos y estructuras violentas, sorprenden para bien, justo como lo hace ‘Polvo’, la ópera prima de José María Yazpik, un actor y productor por demás conocido en nuestro país, que arriesga al retratar con bastante humor negro una realidad triste dentro de nuestra cotidianidad.
El argumento no habla de que en la búsqueda de fama y fortuna como gran actor de Hollywood, ‘El Chato’ dejó San Ignacio, su idílico y apacible pueblo en medio de la nada. Diez años después, en 1982, un cargamento de cocaína es arrojado desde el aire sobre San Ignacio, es ahí que ‘El Chato’ es encomendado por la mafia de Tijuana para recuperar la droga, a sabiendas de que si no lo hace todos los habitantes del pueblo estarán en peligro. A su regreso, ‘El Chato’ se confronta con la posibilidad de recuperar su vida, su familia y al hijo que no sabía que tenía, abordando temas que van más allá de lo tangible, pues los planteamientos filosóficos y existenciales están más que presentes.
Uno de los más grandes aciertos de José María es precisamente la tonalidad de este largometraje, el cual utiliza un recurso que se podría considerar muy gastado, como el narco y la droga, pero moldeando todos los ámbitos desde distintos ángulos, permitiendo visitar facetas poco vistas sobre las consecuencias y repercusiones que permean sobre los habitantes de este país con respecto al negocio y a la manipulación del crimen organizado. Aquí se deja la violencia y la sangre de lado, la trama viaja por caminos humorísticos ácidos que permiten disfrutar de maneras insospechadas las peripecias que viven los protagonistas y sus semejantes. El respeto y la sutileza dentro de los diálogos darán una impresión de que no se toma tan en serio, pero al contrario, la elegancia para asumir una seriedad con delicadeza y darle un giro orgánico y digerible para causar impacto en la pantalla grande, pocos lo consiguen.
Otro de los grandes puntos positivos dentro de la historia es el reparto, ya que se ha dado al clavo en cuanto a las características únicas que deben imperar sobre estos personajes, y es que no solo basta con ver a una extraordinaria Mariana Treviño (quien por cierto recibió el galardón como Mejor actriz en la pasada edición 17 del Festival internacional de cine de Morelia por esta cinta), cuyo acento, desenvolvimiento y conexión con la producción se palpa y se goza, si no que también la complementan histriones de la calidad de Jesús Ochoa, Carlos Valencia, Angélica Aragón, Joaquín Cosío, entre otros, quienes se muestran compenetrados y en naturalidad, brindado una frescura pocas veces vistas. Por su parte, Chema Yazpik sabe lo que necesita para brillar de manera adecuada y permitir que sus compañeros luzcan de igual forma, aquí es un trabajo en conjunto ejecutado con puntualidad. La fotografía elaborada por Tonatiuh Martínez se desenvuelve de manera bella y exacta.
Pero…
Desafortunadamente la película transita por algunos elementos y lugares comunes dentro de nuestra industria, con ritmos y tropiezos argumentales que no permiten su entero disfrute y además utiliza un predecible arco redentor en nuestro protagonista, lo cual se vuelve un poco cansado, aunque no por eso insatisfactorio. Además del hecho de que para su final, la película se siente sumamente forzada y alejada de la tonalidad con la que inició, careciendo de encanto y de los elementos atractivos que representaban con el personaje de ‘El Chato’, quien por más que lucha, no logra rescatar con entereza el desenlace.
En resumen
‘Polvo’ es una de esas producciones mexicanas que sorprenden a la audiencia y a la industria, que aprecia la sutileza de la narrativa para surcar y romper con los esquemas que dominan ciertos tópicos de importancia en nuestro país, y que permite e invita a la reflexión y a la exploración interna con respecto a nuestra vida y el lugar en el que estamos de pie.