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La comunidad periodística de la Ciudad de México se sacudió con la noticia de Cuernavaca (lugar al que miles fantaseamos escapar de la realidad citadina cada día o fin de semana que se puede): el ataque al líder de comerciantes de la CTM, Jesús García, que dejó, además de su ejecución, el daño colateral de al menos tres heridos, entre ellos el reportero René N, del medio Quien Resulte Responsable (QRR).
Además del dirigente, en la balacera falleció el líder de la Confederación de Trabajadores de México, Roberto Castrejón Jr.
Lo que preocupa es que ese empresario o el líder pudieron ser entrevistados en el norte, el sur, el bajío del país o en las puertas del propio Palacio Nacional del Zócalo capitalino, frente al presidente Andrés Manuel López Obrador, y entonces ¿qué habría pasado?
¿Qué habría sucedido si frente al edificio en el que habita el jefe del Ejecutivo, en donde mujeres y hombres de todo el país acuden al socorro obradorista para solucionar el conflicto social o la fractura con el poder, hubiese disparado a quemarropa contra reporteros, transeúntes y funcionarios?
De ese tamaño es el lente de la incertidumbre, tan solo desde la CDMX y con un detenido de por medio.
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