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Cuestiones del pasado. ¿Recuerdan al genocidio de Tlatelolco? Para el sobrino de luis echeverría, uno de los responsables directos del drama –absuelto por una tendenciosa actitud de los juzgadores sobre el único caso de enjuiciamiento a un ex mandatario mexicano–, el asunto debiera olvidarse bajo la premisa de que no es posible atenernos a las tragedias de antaño. Rodolfo Echeverría Ruiz me dijo, palabra tras palabra:
–¿Tiananmen? Los chinos ya lo dejaron atrás porque ven hacia el futuro; mientras, los mexicanos siguen vociferando “2 de octubre, no se olvida”. Claro que debemos abandonar esta idea para pensar en el mañana sin rencores ni prejuicios.
¿Entonces, la misma idea debe aplicarse a los asesinos seriales como el célebre “egipcio”, a quien visité en el penal de Chihuahua, acusado de varios feminicidios? ¿Sencillamente lo dejamos fuera porque su entorno ya cambió y en Ciudad Juárez debe vivirse otra etapa en la que el referente constante sólo sirva para las oraciones del Papa Francisco? ¿La justicia debe ser perentoria y terminarse cuando ya no sea oportuna recordar los sucesos sangrientos?
Y más todavía, ¿cuánto tiempo se requiere para que un caso criminal viaje en el tiempo desde el presente al pasado? Lo digo porque, desde el momento mismo de cometerse, por ejemplo, un asesinato y conmoverse y arrepentirse por el mismo, deja de estar en el plano actual para dejarse atrapar por el pretérito. ¿O debe esperarse que los periódicos informen del hecho y luego se conviertan en envoltorios para darle a las informaciones la pátina del ayer y, por ende, el perdón social?
Bueno, pues tal es la tesis del “probo” gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, empeñado en defender, hasta a ignominia, a su flamante procurador Roberto Flores Treviño a quien le “apareció” una ficha carcelaria en los Estados Unidos. El mandatario aludido alegó textualmente:
–“Nadie debe ser juzgado por su pasado”.
Como si fuese un filósofo griego sin distingo de cuánto debe entenderse por justicia plena. Para el neoleonés Bronco las cosas son como él manda y pobre de aquel que ose contradecirlo porque será reo eterno de las llamas de la persecución política. La intolerancia por encima de cualquier otro valor incluyendo la libertad y la democracia. Un cauce perdido para la ciudadanía.