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El respeto

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¿Qué es el respeto? Cualquiera podría alegar que la pregunta sobra en el ideal de la convivencia pacífica, casi una utopía. Sin embargo, en el presente, las condiciones cambian y, para muchos –sobre todo los pelafustanes de la partidocracia enferma–, sólo debe existir respeto cuando se coincide con sus ideas y, por tanto, cualquier mentecato puede encararse, sin más razones que su estulticia, con quien aboga con argumentos sólidos contrarios a las líneas dirigentes; de lo contrario, asumen que la parte contraria “está vendida” o simplemente es despreciable aunque sus razonamientos sean suficientemente sólidos.

Por desgracia no es sólo en la política sino en las distintas regiones de nuestra existencia. Pareciera que el modelo del mexicano ideal pasa por ser futbolero, fanático del Guadalajara o el América preferentemente, asiduo a la Lucha Libre, mitad parodia como la vida nacional, a las pachangas en Garibaldi y a las fiestas rumbosas con harto tequila; y entre los periodistas, además, con una tonelada de café encima por cada jornada para mantenerse tenso la noche entera aun en brazos de alguna damisela.

Para muchos el ser mexicano conlleva ser Guadalupano y hasta priísta “por respeto” aunque los segundos sean cada vez menos porque ya no pueden sostener la mirada a quienes han sido dolosamente afrentados por las decisiones oficiales paranoicas como la heredada ley de seguridad interior…¡que ni los militares querían! Ahora, cualquiera, pero más los críticos del régimen escatológico de peña, queda en calidad de sospechoso como lo estuvieron los estadounidenses tras la “ley Bush” decretada para buscar terroristas hasta debajo de la almohada tras los atentados brutales de septiembre de 2001.

Esto es: la regla de la estabilidad cambió. Ahora no se manifiesta la presunta inocencia sino que debemos asegurarnos de contar con pruebas suficientes de que NO somos culpables por tal o cual hecho abominable. Para algunos, de criterio corto, deberían colgar a quienes profesan fanatismos distintos a los suyos y les gusta, qué caray, las canciones de banda en donde se dibuja, muy por la superficie, a los capos que enseñorean el panorama global gracias a las complicidades de altura; no hablo de los mandos mexicanos sino de los de la Unión Americana que son los reguladores permanentes del gran mercado mundial de las drogas. Sigue al dinero y encontrarás la cueva de Alí Babá.

Existe un genoma que atrae a las masas hoy, el del desprecio a los semejantes como opción para sentirse superiores. Por ello hay y proliferan tantos necios, ignorantes y tontos que creen, a pie juntillas, que si dominan el mundo cibernético son genios ya y no requieren de sabiduría adicional; por tanto, cualquiera otro, incluyendo los “viejos”, son carroña inservible y despreciable. Los valores trastocados en un mundo al revés. En principio, su investigación se cierne a las enciclopedias electrónicas y no le dan importancia a la ortografía porque sería tanto, para ellos, como perder el tiempo sin comprender que los desequilibrios semánticos pueden convertir al entorno en una inmensa Torre de Babel en donde sea imposible la puesta de acuerdo. Cerrar no es igual a serrar, por ejemplo; ni puede considerarse que soy superior a Hemingway, Vargas Llosa, Paz, Fuentes, Cervantes y hasta Sor Juana porque ellos loaron a la tauromaquia que es vista, por quienes jamás se han tomado la molestia de comprenderla, como salvaje expresión del medievo en la filosofía anglosajona que no observa igual las matanzas de hombres, mujeres y niños que realizan a diario sus marines “desde el reino de Moctezuma”.

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