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FOTO: ENRIQUE ORDÓÑEZ /CUARTOSCURO.COM

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La reina impunidad

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Insisto: mientras no se desmantelen las asociaciones criminales que formaron las redes del huachicol, el contrabando de armas para servir de escala hacia otras naciones en guerra, los turbios negocios de la mayor parte de los líderes sindicales –suelta por allí la “maestra” –, será imposible evitar la continuidad de los ataques contra civiles en las carreteras, los actos permanentes de sabotajes a los ductos de PEMEX hasta en la Ciudad de México –sólo falta que escarben en la antigua residencia oficial de Los Pinos ara encontrar otro–, y la secuela de chantajes soterrados dirigidos al presidente de la República como el cobro de casi dos mil millones de pesos por parte de la sucia Odebrecht, la empresa reina de los sobornos que en México encontró las manos de Emilio Lozoya Austin, ex director de PEMEX.

Para tranquilizarnos nos dicen que hay casi doscientos detenidos coligados al robo de combustible escandaloso propiciado desde el régimen del parlanchín ególatra, vicente fox, hasta el del guacamayo estéril junto a su gaviota. Pero, ¿acaso no explicó el presidente López Obrador que la corrupción se atacaría de arriba hacia abajo? No es lo que vemos sino más bien percibimos lo contrario.

Se enchiquera a los de mayor rango y se deja a sus anchas a los peores, desde los líderes petroleros como Carlos Romero Deschamps –bastante peor a Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, célebre en sus tiempos hasta que en poco más de un mes salinas dio un manotazo de autoridad; perdónenme por la comparación–, hasta los expresidentes dueños de plataformas petroleras, al igual que no pocos intocables del PRI como Beltrones y Gamboa, y seguros de que no se les tocará un pelo porque advierten que tal propiciaría un desequilibrio en las instituciones. Una falacia insostenible.

Si es dijera que en la vecina Guatemala se ha apresado a cinco mandatarios al igual que en Perú, en El Salvador a tres, en Panamá a dos igual que en Costa Rica y Argentina, en Perú a tres, en Nicaragua a uno, en Chile, Colombia y Paraguay a uno por país, y agregáramos que en todas estas naciones soberanas la aplicación de la justicia contra los altos prevaricadores sirvió para estimular a las instituciones y a la democracia, salvo en los casos de las invasiones grotescas, ¿creerían que en México no temblaría ni una sola hoja cuando se aplicara la ley contra algunos o varios de los expresidentes? No pasaría nada salvo un inmenso apoyo popular de los que tanto le gustan al mandatario en funciones.

No se puede perdonar si ello conlleva la impunidad. La política no es arte de frailes cartujos sino de líderes que no pueden construir sobre los cimientos podridos del viejo régimen. Si, como deseamos, la congruencia acompaña al primer mandatario es, entonces, el momento preciso para poner las cosas en su justo medio sin que a nadie le tiemble la mano.

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