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Si la persecución al delito no está acompañada de coerciones penales contra los responsables de los mismos, se cae en dos hipótesis dolorosas: que repitan por otros cauces sus ilícitos o que se alíen con otros criminales para seguir medrando a sus anchas, sobre todo cuando se trata del patrimonio nacional como es el caso del infame huachicoleo, que le ha restado 66 mil millones de pesos al año al Estado mexicano y todavía hay quienes preguntan por qué hay tantos pobres en un país tan rico en recursos. Simple: por el flagelo de la corrupción que tan bien conoce el presidente de la República.
Por ello, el mandatario López Obrador enfiló contra este cauce infecto que tanto daña a México; mientras persevere este mal dañino no seremos capaces, siquiera, de limpiar la casa y dirigir las acciones públicas hacia el desarrollo que tanto requerimos para aumentar nuestro poder adquisitivo y no sólo el salario que, por desgracia, parece abatido ya con todo y el alza prevista para este mes como resultado, en parte, del desabasto de gasolinas que concurre a los centros de alimentación encareciendo explicablemente las mercancías perecederas.
En estos días el tomate ya cuesta cuarenta pesos kilo y el huevo sesenta; y en la misma proporción aumentaron otros productos agrícolas con el argumento de que no pueden abastecer de los mismos a los grandes centros de consumo en donde se observan muchos anaqueles semivacíos. Así que no extraña el otro negocio paralelo de los mal nacidos: vender el huachicol hasta a ¡cincuenta pesos el litro!; lo hacen en bidones de veinte litros y a mil pesos. Descubrimos, por ejemplo, que tales operaciones, a todas luces ilícitas, se realizan hasta la acera contraria al Palacio de Gobierno de Michoacán con absoluto descaro e impunidad. ¿No existe castigo para ellos?
Debe procederse, y de una vez por todas, contra los dueños de las gasolineras que vendían huachicol, sobre todo en Guanajuato, Michoacán y Jalisco pero, en general, en todo el país. Pero, para creer en la seriedad del combate a la corrupción es deseable formalizar los procesos judiciales contra los ex presidentes dueños de plataformas petroleras –todos ellos–, y lo mismo para poner a México a salvo de siniestros sujetos como Carlos Romero Deschamps, “líder” de los petroleros por ordenanza del establishment, y directores de PEMEX como en el caso del chihuahuense Emilio Lozoya Austin, director de esta empresa durante el pernicioso peñismo, acusado también por estar involucrado en la trama Odebrecht, la red de sobornos más extendida en el mundo y que obró en México para enriquecer a los cómplices de enrique peña y su gaviota, recién reaparecida con las alas sucias por los pantanos en donde abrevó.
Están aquí los nombres, señor presidente. Y faltan muchos. Nada justifica ir por pececitos flacos cuando a la vista se tienen a los tiburones de dientes más afilados, los asesinos de peores facturas.
Si se nos pida paciencia –y estamos dispuestos para ella–, que cuando menos caigan los peores predadores del país. Dando y dando señor presidente.