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Las risas de Peña

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No son frutos del nerviosismo ni de una patología ante las masas al sentirse centro de las miradas; las risas de Peña denotan la ansiedad por los últimos días de poder, acaso la nostalgia que vive en soledad en Los Pinos o con el artificio de las compañías de catálogo –los de las televisoras son muy extensos–, o posiblemente el disimulo ante los catastróficos resultados de su administración.

Hace unos días, con motivo del 75 aniversario de la Secretaría de Salud –parece ser que todas las dependencias tendrán cumpleaños festivos en ausencia de acciones–, el señor Peña estuvo bastante jocoso y risueño; se carcajeaba de todo cuanto le decía el inútil titular del ramo, José Narro Robles, exrector de la UNAM para vergüenza de los universitarios, y aquel festín risueño dio lugar a la superficial sentencia: “En materia sanitaria tuvimos un sexenio de cien”. Acaso se refería a una graduación por miles porque, de otra manera, si cien es el total sólo sería confluencia de un cinismo enorme, una de las guindas del fin de la administración más deplorable en materia de justicia social, de economía, de política, de todo. ¿Alguien se anima a realizar la escultura de Peña para los jardines de Los Pinos? ¡Qué oprobio!

En nuestro país, por si lo ignora el aún titular del Ejecutivo, una de las mayores desigualdades se da, precisamente, en el sector salud. No sólo me refiero al desabasto extremo de medicinas sino a la escasa atención a los derechohabientes del Seguro Social, el ISSSTE o el Seguro Popular que se quedó en pañales mientras se abandonaba a decenas de hospitales sin que siquiera se procediera contra los mandatarios que dejaron morir decenas de niños, por ejemplo en Comitán, Chiapas, cuna de la alevosa Elba Esther Gordillo, en donde Pablo Salazar, ahora escudero de Andrés, no rescató a varias decenas de criaturas abandonadas, enfermas, en un sanatorio inconcluso. O en Veracruz en donde se dispuso agua como tratamiento contra el cáncer hasta que los infantes, decenas de ellos, murieron.

¿No habrá justicia para las víctimas? ¿Ni procesos para los responsables? Habrá quienes piensen que tales no deben figurar en el “100” de efectividad dictado por peña y sus adalides ignorantes y negligentes, ni alterarlo para seguir mintiendo hasta que el nuevo régimen, a partir de diciembre, lo tolere. ¿O los vamos a perdonar también, Andrés, aunque no olvidemos? Esto no sería razonable ni democrático.

Ya son demasiados los señalamientos contra Peña y su gobierno; el del sector salud, me consta, es apabullante por las historias de terror que me han llegado desde ellos. Sin medicinas, ni camas, ni médicos dispuestos a llegar a lugares “lejanos” –de sus domicilios se entiende–, ni incentivos ni la mínima atención. Agua para el cáncer, podría resumir la sentencia. Y el presidente saliente se carcajea y habla de un 100 por ciento de efectividad. ¿Dónde ha estado el miserable todos estos años? No es posible perdonarlo.

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