Visitas
Pozole, pambazos, buñuelos, tostadas, flautas, y hasta ponche hay en cada rincón de la ciudad
EN EL MES de septiembre todo se vuelve patriótico hasta la comida, es un lujo andar por los barrios de la Ciudad con tantos antojitos que devorarse; claro que también están los platillos llamados del mes patrio, principalmente los chiles en nogada, tal parece que los hicieron doña Josefa Ortiz y doña Leona Vicario, cuestan un ojo de la cara, y la neta, no es para tanto, ni que la nogada fuera francesa, mejor haga los chiles en nogada en su casa, con la receta de su abuelita.
Eso sí, hay otros platillos que son de cajón, como el pozole, pero no me salgan con que van a “La Casa del mentado tal”, pura fantasía y nada de sabor, y le cobran el aguacate, las tostadas, la crema; antes con el pozole iba gratis la crema, el aguacate, las tostadas, ah como cambian los tiempos.
Pero mire, en la colonia Algarín, una pequeña colonia que está pegada al Viaducto y es vecina de la colonia Obrera, ahí hay una calle donde hay varios lugares que sirven buen pozole y no está tan cariñoso como en otras casas, la calle es Juan E. Hernández Dávalos, está entre Manuel Navarrete y Bolívar, para gente de barrio como la Doctores, Obrera, Álamos, etc., es un lugar confiable y querido para cenar pozole.
Ahora que si le gustan los pambazos, los buñuelos, las flautas, el ponche, los atoles endulzados con piloncillo y sentarse en puestos con focos chinguiñosos, como si anduviera en feria de pueblo, qué le parece este fin de semana patrio ir a Coyoacán, al centro y a dos calles del jardín, ahí se ponen los puestos de antojitos más sabrosos, no vaya al mercado.
Los buñuelos la verdad sí están sabrosos y el atole blanco todavía lo hacen con sus trozos de piloncillo, las flautas con su lechuga, su salsa verde y su crema, están pasables, los pambazos son de diez, de papa o de carne, bien mojadito en esa salsa roja que los pinta. Y ya sabe luego la dicha inicua de andar caminado por el jardín y callecitas del centro de Coyoacán para la digestión.
Es inevitable el reposo del guerrero, comprar su café en El Jarocho, su dona de chocolate, sentarse en una de las bancas, si no es que ya están ocupadas, pero ese es el chiste, pasear por el quiosco, la iglesia de san Juan Bautista, sufrir los apretones y cenar en los puestos de antojitos mexicanos, digo que tanto es tantito.