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¿Y los intocables?

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¿Alguien habló, hace casi seis años, del fin de los “intocables” en México? Por supuesto, no es referencia a los indómitos policías de Chicago que pusieron el cerco para atrapar al célebre Al Capone por evasión fiscal y no por sus sonados crímenes. Esto significa que la impunidad, al fin y al cabo, terminó por imponerse. Pero, me suena la voz de uno personaje de altos vuelos repitiendo que confiáramos en él porque no permitiría el brutal desequilibrio en la justicia entre los amigos protegidos y hasta estimulados y los demás, reos de las persecuciones y las amenazas, algunas de ellas consumadas.

Ya he dicho, pero viene de nuevo a colación por el inmovilismo preocupante de un sector de nuestra sociedad y un gobierno plagado de funcionarios ávidos de enriquecerse más rápido que los narcos para que “valga la pena”, y repetido una sentencia cuyo fondo no ha sido siquiera motivo de réplica: hace mucho que los cargos públicos no se pueblan de los mejores egresados de las universidades, mujeres y hombres, porque éstos prefieren rendirse a los atractivos inmensos del sector privado, esto es mejores sueldos, menos fiscalización y menos prensa sobre el mismo.

En cambio, los puestos gubernamentales, se supone, son más escudriñados y motivos, por desgracia, de cientos de transacciones soterradas entre los informadores y sus fuentes. El peor de los maridajes sigue siendo un factor determinante en la orientación de las noticias. Y, como periodista, lo reconozco con vergüenza pese a no estar en la lista de éstos, porque no pocos de los colegas conocidos han extendido la mano para sobrevivir bajo la crisis de liquidez evidente que el secretario de Hacienda niega.

¿Lo percibirá así Luis Videgaray Caso, a quien algunos observaban como un buen aspirante para el gobierno del Estado de México desde hace siete años y ahora se arrellana como presunto aspirante al cadalso sin utopía que valga? Sólo así puede explicarse que pensara en que fuese factible financiar las obras monumentales proyectadas, desde septiembre de 2014, con la recaudación a la baja y, en muchos casos, desviada hacia los narcos. No, no se horroricen ante una verdad que ya no debe ni puede ocultarse. ¿Quiénes vamos a pagar los platos rotos?¿Quiénes ejercemos la crítica y somos cautivos del fisco, sin remedio, enlistados con perversos acentos y escarnecidos por una propaganda que, por fortuna, opera en sentido contrario, esto es para bien? Menos mal que la ciudadanía ya está muy acostumbrada a las falacias, la maledicencia pública y el cruce constante de amenazas.

Es nuestro desagradable modus vivendi, una especie de “cuota” para poder disfrutar, sobre todo en “el mes de la patria” que ya viene, las bellezas de nuestro país tan atenaceado no sólo por el “mal gobierno”, como gritaba el Padre Hidalgo, sino por especuladores, neoconquistadores de carretilla y potencias en fase de expansión, de la mano de las reformas peñistas. ¿O nos creemos el cuento de que somos más libres que hace un año? Pero, cuando menos, el colectivo reaccionó y puso al sistema a temblar. Ya veremos en diciembre.

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