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IMAGINE A UNA SEÑORA CONDESA ENAMORADA DE UN MARQUÉS, VIVEN EN ESTA CIUDAD EN LA ÉPOCA de la Nueva España, los dos tienen inmensas fortunas, se casan y la señora le dice a su marido su sueño con construir un Palacio como los que hay en Europa, el mejor de la Ciudad.
Esa señora, era la condesa de San Mateo de Valparaíso, y el marido fue el marqués del Jaral y Berio y el lugar al que le echaron el ojo, era una vieja fortificación que se encontraba en la (hoy) esquina de Venustiano Carranza e Isabel la Católica, ese terreno había sido de un soldado, de aquellos que arriesgaron su vida en un continente desconocido y un mundo nuevo, Cortés por mandato del Rey de España otorgó a sus soldados terrenos en el lugar conquistado, uno de ellos fue Alonso de Nortes; eran hombres sin preparación que cuando empezó a llegar la élite de España les vendieron sus propiedades, en este caso a Juan Cermeño, quien construyó una casa, más bien, una fortificación.
Éste la vendió cuando se estaban aposentando en estas tierras nobles españoles en el siglo XVIII, esos nobles fueron la Condesa de San Mateo de Valparaíso y el Conde del Jaral y Berio. Renovaron la vieja construcción y han hecho uno de los edificios novohispanos más hermosas de esta ciudad, hasta la fecha sigue en pie, es uno de esos palacios que dio fama a la Ciudad para que la llamaran la Ciudad de los Palacios.
Tiene una puerta principal que es una obra artística del trabajo en madera, cuando vaya por Isabel la Católica admírela. Pero ya saben todo por servir se acaba y llegó el tiempo en que el Mayorazgo constituido por la familia de San Mateo de Valparaíso y del Jaral y Berio vendió el sueño de la condesa en el siglo XIX a un Clemente Sanz, que lo hereda a su hija, que ni tarda ni perezosa, en 1882 lo vendió por 135 mil pesos, a un banco recién fundado, el Banco Nacional de México, que lo usa hasta la fecha para sus oficinas, en el Centro Histórico. A veces se piensa que la riqueza dura siempre y pues a veces no, digo que tanto es tantito.