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De futbolista frustrado a reportero novato

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Daniel Quintana

 

Debo reconocer que soy uno de los millones que no cumplieron el sueño de ser un futbolista profesional, un rotundo fracaso que aún lamento.

Sin embargo, encontré en los estudios un nuevo camino para poder ser parte de este círculo, mismo en el que soy un participante actualmente.

No fue fácil, lo admito. Un recorrido en el que ser un primerizo tuvo sus consecuencias, las cuales son dignas de recordar.

Un sábado como cualquiera pero en el que los nervios están a tope, un poco de sudor y un sin fin de dudas me invadían, pues estaba a una hora de presenciar mi primer partido de futbol como reportero, luego de conseguir una acreditación, la cual al llegar a mis manos me generó una sensación jamás experimentada.

Después de 30 minutos en el transporte público, llegué. Di mis primeros pasos en la explanada y ante la mirada de miles de personas fui recorriendo cada puesto con el fin de capturar mis primeras imágenes y lo conseguí.

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La primera novatada la viví dentro del estadio al perderme en mi intento por llegar al área destinada para los medios, preguntaba a los vigilantes pero, para mi sorpresa, tampoco sabían. Entonces fue ahí que me encontré a una persona que también portaba un gafete y que al final me salvó.

Recuerdo que en mis visitas como aficionado la percepción del personal de seguridad y administración del inmueble era de rechazo y hasta cierto punto discriminatorio. Y aunque no se justifican este tipo de acciones, los antecedentes hacen pensar que los fanáticos son un peligro latente.

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Ahora, el gafete daba un poder especial. Al verme todos me sonreían, me saludaban y hasta me ofrecían pasar primero para evitar las largas filas. Un hecho nuevo, pero que me hacía sentir bien.

Tomé confianza, pero se desvaneció cuando llegué, al fin, al área de prensa. Y es que olvidé mi identificación del medio y no contaba con el INE, lo cual impidió por minutos que me dieran el acceso.

Al final pude ingresar, pero con la advertencia de no cometer este tipo de errores, que realmente son infantiles.

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No sabía qué lugar tomar. Pero en mi intento por encontrar alguno, era objeto de críticas y miradas de mala vibra por colegas, que yo suponía, te respaldarían y darían la bienvenida. Estaba equivocado.

“Es nuevo”, “Ya dejan entrar a quien sea”, fueron comentarios que escuchaba, mismos que me bajaron la moral. Inició el partido y no lo disfruté por estas expresiones que no podía sacar de mi cabeza, hasta que se me acercó el periodista de Milenio, Adolfo Díaz “Rufo”, quien me otorgó unas palabras de aliento y apoyo.

“Hola, soy Adolfo Díaz, pero me puedes llamar “Rufo”. Me da gusto que vengan jóvenes con hambre, seguramente te irá muy bien. Aquí hay de todo, apoyo y mala leche, pero que eso te sirva para motivarte. A darle”.

Jamás olvidaré ese apretón de manos que me transmitía confianza y seguridad, creo que eso me motivó para dejar a un lado los malos comentarios y asumir el rol que fungía en ese momento.

Ya en la sala de prensa –lugar posterior al partido- fui el primero en preguntar a los técnicos, el que se coló entre los medios imponentes como Televisa, TV Azteca, Fox Sports y ESPN, en la zona mixta para tener las mejores imágenes de los jugadores. En fin, traté de dejar a un lado la inexperiencia para poder mostrar mi pasión por este oficio.

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Un largo respiro tomé y cuando abrí los ojos ya estaba fuera del estadio. Terminó la experiencia, donde pasé de la tristeza a la alegría, de los errores a las virtudes y de la presión a la confianza. Sensaciones que ahora veo como enseñanzas en el intento por mejorar día a día. Lo puedo decir, de futbolista frustrado a periodista novato.

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