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CIUDAD DE MÉXICO.– Al final, los padres de los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa rodearon al mandatario electo, Andrés Manuel López Obrador, y comenzaron a gritar la consigna que en estos 4 años no ha sido escuchada y menos atendida por el presidente Enrique Peña: “Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
López Obrador estaba serio. Se le veía consternado. El rostro cuajado. Con esa imagen terminaba el encuentro de más de dos horas con los padres de los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa. Ellos se fueron con la convicción de que, por fin, fueron escuchados. Y sin perder el anhelo de encontrar a sus hijos con vida, salieron con un haz de esperanza, esa que en más de mil 500 noches jamás habían sentido de parte de Peña.
Esperanza que alcanzan después de una lucha incesante en busca de la verdad, de la justicia, y de un cambio político. Recorridos por todo el país, en el extranjero. Sin un peso en la bolsa, sin más equipaje que la ropa que llevaban puesta. Han sufrido juntos, han pasado sed, hambre, fríos, lluvias, sol incandescente; han abandonado sus empleos, a sus otros hijos. Su causa se convirtió en su vida.
“Hemos estado llenos de rabia porque no hemos tenido un gobierno que se haya preocupado por el caso de los 43 muchachos que estamos esperando con ansia, una gran ansia de abrazarlos y besarlos y decir: ‘¡Te quiero, hijo!”, expresaba don Epifanio, padre de uno de los jóvenes. Imposible describir su profundo pesar.
Lucha en que han sido mejor escuchados y respaldados en el extranjero, que por las autoridades que encabeza Peña, que en cosa de días pasó de ser el “salvador de México”, como lo describió la revista Time, a tener una mancha brutal para la historia su obra de gobierno.
Este encuentro entre los padres y López Obrador no debía ser antes ni después. Este día, en el cuarto aniversario de su desaparición, charlaron por más de 2 horas en el Museo de Memoria y Tolerancia, frente al Hemiciclo a Juárez, en la Ciudad de México. Algo lejos de Ayotzinapa, del municipio de Iguala, Guerrero, donde eran felices hasta antes de este brutal y dramático acontecimiento.
Museo emblemático, donde se exponen las barbaridades documentadas que ha cometido el ser humano desde la Edad Media (aproximadamente entre los años 500 y 1500) y hasta tiempos recientes, destacadamente Hitler y los nazis, con sus campos de concentración durante Segunda Guerra Mundial.
Y ahora México. El propio López Obrador inauguró la exposición “1968-2018, Impunidad”, al lado de la directora del Museo, Sharon Zaga. Al final, los padres de los normalistas salieron del Museo de la Tolerancia y afuera, donde había más de 200 jóvenes exigiendo justicia, guardaron un minuto de silencio. No iban con las manos vacías. Al menos llevaban esperanza, que es lo último que muere.