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La extaekwondoín mexicana, medallista en Atenas 2004, comparte en entrevista con Grupo Cantón su aventura en el reallity show de Tv Azteca

Ciudad de México.– Atenas 2004, los Juegos Olímpicos, la máxima justa deportiva, la que acapara todos los reflectores cada cuatro años, fue sin duda la punta de lanza de la capitalina Iridia Salazar.

Medalla de bronce en Taekwon­do, categoría: 57 kilógramos, suena bien, pero se mira mejor, y 14 prima­veras después de aquel triunfo so­nante, y que es parte de la memoria en los libros olímpicos de México, la misma Iridia decidió volver al ojo mediático, en el nicho que palpó desde sus amaneceres.

El programa Exatlón, segunda edición, con el antecedente de haber sido exitoso a partir de su incursión, fue la otra prueba de Sa­lazar, aunque ya en una faceta dis­tinta, la de madre y esposa, alejada de la disciplina con mayor rigor, y después de haber hasta probado suerte en la engorrosa y desgas­tante política.

“Llegué el domingo, estoy en el proceso de adaptación, me siento muy contenta primeramente por estar con mi familia, con mis hijos, con mi esposo y obviamente con el recibimiento y el cariño de tanta gente que me estuvo apoyando”, cuenta en entrevista con Grupo Cantón la extaekwondoín, apenas días después de abandonar el reali­ty show en el que pudo estar duran­te seis semanas.

La decisión de estar o no, pues tenía que poner su vida en una ba­lanza después de dedicarse a rega­larle glorias a la nación azteca, tuvo como desenlace el convertirse en una de las líderes del Equipo Rojo, de las mentoras, incluso jugando un papel con niveles de mamá em­blemática de sus compañeros.

“Fue complicado decidirme, ya que sentía que mis hijos eran muy pequeños, y eso me limitaba un poco, pero mi esposo jugó un papel fundamental para que aceptara, me motivó y me dio la tranquilidad de que él estaría a cargo de todo.

“Iridia como atleta, como com­petidora, quería estar, toda mi vida he estado compitiendo desde que tengo memoria, empecé en el Tae­kwondo a los cinco años, todo lo que sea competencia me gusta, porque esta parte es con la que yo crecí”, explica, y se da tiempo para compartir la experiencia vivida.

“Todos los deportistas nos fami­liarizamos con este programa, creo es una manera de que la gente pueda conocer y vivir más de cerca lo que vive un atleta de alto rendi­miento, que es muy similar a lo que te enfrentas ahí.

“Son campamentos en donde te ausentas, pero a lo mejor ahí puedes saber de tu familia, sin embargo estás ausente, te tienes que sobreponer al dolor y, aunque muchas veces te lesiones, aunque te esté doliendo, tienes que salir a competir con la mejor de las actitu­des; cuando pierdes, sabes que ni siquiera tienes tiempo para meditar tu derrota, porque te tienes que sobreponer de una manera rápida para salir adelan­te, el Exatlón refleja todos esos valores, todas esas virtudes”.

LA REALIDAD

Aunque de cierta manera tuvo una preparación mental, acepta que la experiencia sobrepasa cualquiera de las previsiones con las que los participantes llegan.

“Me dejaron muy en claro a lo que me iba a enfrentar, y de cierta manera te preparas de una forma psicológica, pero cuando lo vives es muy distinto. Es mucho más difícil de lo que tú te preparas. La realidad supe­ra todo.

“Algo difícil es la alimenta­ción, cuando eres deportista estás alimentado, porque sabes que tienes que rendir, te cuidas, tratas de tener un régimen en tu preparación, cuando te qui­tan eso, estás en adversidad, y aun así tienes que cumplir, está difícil”.

LA CONVIVENCIA

Al final, son pensamientos dife­rentes, maneras de actuar dis­tintas, tal vez mundos opuestos, pero la también medallista en Juegos Panamericanos y Cam­peonatos Mundiales, cuenta con cierta nostalgia y añoranza cómo fue la convivencia con los personajes que compartió estos últimos tiempos.

“El equipo rojo se llevó padrísi­mo, siempre hubo esa armonía, y jamás alguno de mis compañeros, por esa adversidad que estabas pasando, la proyectamos hacia alguien, jamás hubo algo de eso, cada uno tiene el autocontrol, que es muy importante, el saber que esto no te tiene que sobrepasar emocionalmente, al contrario, eran como palabras de aliento.

“Nos dormíamos temprano para olvidarnos del hambre, hacíamos un juego, o pensábamos todo lo que te ibas a comer cuando llegá­ramos a México. Siempre hubo un cariño auténtico, un respeto incom­parable, y cada uno de los elemen­tos sabe trabajar en equipo, y ahí se nota”.

Su equipo

DRAGON LEE

(Luchador)

Lo describe como “la ale­gría del grupo, la verdad es súper ocu­rrente, po­díamos estar cabizbajos, y él mantenía un optimismo que rescataba a todo el grupo”.

PATRICIO ARAUJO

(Futbolista)

“Es un líder natural, una persona que el mandamiento de amarás a tu prójimo como a ti mismo, se cumple con el capi. Lo que necesitas te lo da, aunque él ya no lo tenga”.

CHINO RODRÍGUEZ

(Boxeador)

Del también medallista olímpico lanza que es un “ser cero estresado, nos hacía ver su manera de ser, sin angus­tiarse”.

PATRICK LOLIGER

(Remero)

“Muy respetuo­so, con buenos consejos”.

 

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