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15/12/2019 05:05 / Centro, Tabasco
Del libro del profeta Isaías: 35, 1-6. 10
Esto dice el Señor: “Regocíjate, yermo sediento. Que se alegre el desierto y se cubra de flores, que florezca como un campo de lirios, que se alegre y dé gritos de júbilo, porque le será dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las rodillas vacilantes. Digan a los de corazón apocado: ¡Animo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos’.
Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un venado el cojo y la lengua del mudo cantará. Volverán a casa los rescatados por el Señor, vendrán a Sión con cánticos de ‘ jubilo, coronados de perpetua alegría; serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado”.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
MONSEÑOR GERARDO DE JESÚS ROJAS LÓPEZ
OBISPO DE TABASCO
cancilleria@diocesistabasco.org.mx
El evangelio de hoy contiene una frase fundamental para meditar en este tercer domingo de Adviento: “Con muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva”. En este mismo pasaje el evangelista caracteriza al auditorio de Juan como “el pueblo (que) estaba a la espera”. La Buena Nueva para este pueblo era la venida del Señor, venida para la cual era preciso prepararse mediante la conversión, es decir, pasando del camino de pecado al camino del Señor.
El evangelista San Lucas agrupó para describir de la manera más completa posible el ministerio del precursor del Señor. Esta parte del evangelio tiene cinco pequeñas unidades que nos presentan el ciclo completo del ministerio del precursor del Mesías: La entrada en escena de Juan Bautista (3,1-6); la predicación de la conversión (3,7-9); la dinámica de la conversión (3,10-14); el anuncio de la venida de Jesús (3,15-18); y la salida de Juan Bautista del escenario porque es encerrado en una cárcel (3,19-20).
El domingo pasado leímos la primera parte, hoy nos vamos a detener en la tercera y la cuarta, después de hacer alguna referencia a la segunda. Partiendo del mismo texto, dejémonos guiar por las dos preguntas que dinamizan el relato: ¿Qué debemos hacer?, es decir, la dinámica de la conversión, y ¿Quién eres tú?, o sea, el anuncio que Juan hace de Jesús mostrando la novedad de la obra del Mesías teniendo como trasfondo la suya. Después que Juan termina su predicación llamando a la conversión, la gente reacciona positivamente pidiendo pistas concretas para hacer el camino de conversión significado en el bautismo. En su predicación inicial Juan Bautista le había dicho a la gente que venía a ser bautizada que se tomara en serio lo que iba a hacer, que vivieran la conversión. Parece que la más común era sentirse seguro de la salvación sacando a relucir el ser hijo de Abraham, como si el hecho de ser israelita concediera automáticamente el derecho al cielo.
Jesús hablará con frecuencia de la alegría que se siente cuando se recibe el perdón y, paradójicamente dirá que es aún mayor la alegría del Padre de los Cielos: “convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo está muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”. Con razón la predicación de Juan es una “Buena Noticia” que trae alegría. Aquel que bautiza en el Espíritu Santo y en Fuego, dice la Escritura, tiene en la mano el instrumento para separar el grano de la paja y limpiará su era; recogerá el grano en su granero y quemará la paja con el fuego que no se apaga‟.
Descubramos cuál es el motivo por el cual Nuestro Señor tiene en la mano “el instrumento para separar el grano de la paja” y, ya que sin el viento no se puede separar el grano de la paja, cuál es el viento que arrastra la paja ligera de aquí para allá, en cuanto el grano pesado cae siempre en el mismo punto. El viento, podemos juzgar, son las tentaciones, las cuales, en la masa indistinta de los creyentes, muestran que algunos son paja y otros, buen grano. En efecto, cuando tu alma se deja dominar por cualquier tentación, no es porque la tentación la haya transformado en paja; sino precisamente porque eras paja, o sea, hombre ligero e incrédulo, la tentación se limitó a revelar tu naturaleza secreta. Por el contrario, cuando enfrentas con valentía la tentación, no es la tentación la que hace fiel y paciente, sino que más bien se limita a sacar a la luz del día las virtudes de la paciencia y de la fortaleza que estaban en ti, pero escondidas”.
Apoyarse en la infinita misericordia de Dios para excusarse de la conversión (como quien dice: “para qué, si al fin y al cabo Dios misericordioso me entiende y me perdona”) es un tremendo abuso. No hay que dejar para mañana la conversión. La decisión tiene que ser a fondo e inmediata porque la “ira es inminente”. Entonces tres grupos de personas se acercan al bautista y en las tres ocasiones le plantean la misma pregunta: “¿Qué debemos hacer?”. La gente quiere darle cuerpo a la conversión y a la vida nueva en acciones concretas. La conversión se reconoce en la “praxis”, sobre todo la de la caridad y la justicia. Notemos que cinco veces se repite el verbo “hacer” (ver 3,8.10.11.12.14). Para cada categoría de personas que dialogan con Juan Bautista se propone un “hacer” específico.
A las multitudes anónimas, el Bautista los invita a despojarse para compartir con los más pobres: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo”. El vestido y el alimento representan necesidades básicas. Juan aparece en sintonía con el espíritu del profeta Isaías, quien decía: “Partir al hambriento tu pan… a los pobres sin hogar recibir en casa… y cuando veas a un desnudo le cubras… de tu semejante no te apartes”. A lo largo del evangelio de Lucas ésta será una exigencia fundamental, como se ilustra en la parábola del rico epulón: uno que nada en la abundancia y tiene un pobre padeciendo a su lado está poniendo en ridículo la Palabra de Dios.