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Aunque el Ayuntamiento de Toluca presume operativos y decomisos de pirotecnia, familias denuncian que la vigilancia es insuficiente y la oferta clandestina continúa
REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
En Toluca, el cierre de año no solo huele a fiesta, también a temor. Las calles se llenan de estruendos que para muchos significan celebración, pero para otros representan riesgo, incertidumbre y cansancio. Aunque las autoridades municipales informaron del aseguramiento de alrededor de 300 kilogramos de pirotecnia como parte de los operativos de fin de año, vecinos de diversas delegaciones aseguran que el problema continúa prácticamente intacto y que los controles oficiales son débiles, tardíos y, en algunos casos, meramente simbólicos.
En voces ciudadanas recogidas por Diario Basta y Edomex Hoy reclaman una realidad que se impone más allá de los reportes oficiales. Padres de familia, personas con enfermedades crónicas y adultos mayores coinciden en que la pirotecnia sigue vendiéndose con total facilidad en tianguis, calles, comercios improvisados y esquinas donde nadie supervisa.
“Cada año vivimos con el pendiente de que algo explote cerca de casa. No sabemos si será una broma, un festejo o una desgracia”, comenta una vecina de San Pablo Autopan, una de las zonas con mayor actividad detectada.
El temor no solo se centra en posibles explosiones o incendios. Familias señalan también daños respiratorios, crisis nerviosas en niños, afectaciones a personas con autismo y ataques de pánico provocados por el estruendo constante de los cohetes. A ello se suma el impacto en los animales domésticos, que cada fin de año sufren caídas, extravíos o crisis de estrés por el ruido incesante.
Mientras Protección Civil insiste en que los operativos continúan y que se intensificarán las revisiones, la percepción social apunta a que las acciones no son suficientes. La ciudadanía exige revisiones permanentes, sanciones ejemplares y una política firme que coloque la seguridad por encima de la tolerancia tradicional.
En los barrios, el sentimiento es compartido: la pólvora se decomisa en comunicados, pero el miedo permanece en las colonias, donde todavía basta una chispa para convertir la fiesta en tragedia.
